
1. La bataille de Sarcelles
2. Chiendent
3. Cacatov
4. Les jolies cannes
5. Haut les schlass!
6. Blues arverne
7. Lettre à personne
Con una edición en CD que recrea una tradicional caja de queso camembert, Peste Noire alcanza la cúspide de todo lo que sea francés en esta dimensión. Tras la salida de Ardraos, que ha vuelto a sus Sühnopfer, Famine se quedaba solo ante el peligro como cantante, guitarrista, ideólogo, dictador y líder eterno de la banda. Famine, o Ludovic, es peligroso acompañado, pero es más peligroso en solitario.
Peste Noire - Split - Peste Noire, la última referencia de la banda y editado en 2018, fue un simple y llano desastre. Famine se pasó de frenada y, pese a que contiene una primera parte con buenas hechuras, el disco fue apedreado globalmente y la verdad es que si había alguna broma en su composición, concepción, temática o incluso su portada, nadie la entendió.
Tras la marcha de Ardraos, al parecer en buenos términos, Peste Noire incorpora al ucraniano Baal a la percusión y cierra filas con un disco que se pone a rueda de una especie de nueva corriente musical a cargo de una hornada más o menos reciente de bandas ucranianas de NSBM, pero a la vez conserva muchos elementos del universo personal de Ludovic. Un nuevo cambio de registro, para una banda en la que queda lo que queda.
Y lo que queda es un Famine, no diría que enloquecido, pero sí desatado. Sus circunstancias legales tampoco parecen idílicas. En 2018 le rompió la mandíbula a un tipo en una pelea de bar y el otro le demandó. Ludovic mareó la perdiz mudándose a Ucrania un par de años, pero en mayo de 2021 acabó volviendo a Francia y siendo arrestado, juzgado y condenado a multa y cárcel, que parece que al ser por seis meses y ser su primera condena, no cumplirá.
En el juicio evidentemente se hizo un recorrido por la larga trayectoria de Famine como anarconazi, y también por la de nazi sin más. Parece que hace unos tres o cuatro años algún periodista musical francés fue en plan reportaje de investigación a un concierto-festival clandestino de NSBM en un pueblo de Francia. En el correspondiente artículo quedó muy sorprendido y escandalizado al descubrir que lo de NS es porque resulta que son neonazis de verdad. Cabezas de cartel, efectivamente, Peste Noire.
Como parece que hubo un componente ideológico en el asunto de la pelea, le buscaron bien las cosquillas con la acusación y ahora Ludovic se enfrenta a una segunda demanda por agresión en las mismas circunstancias. Si la cosa va adelante y le declaran culpable, Famine irá a la cárcel.
Probada judicialmente su pertenencia a varias asociaciones fascistoides, a Ludovic se le queda ya muy corto el juego de ambigüedad que llevaba décadas practicando. Aunque en entrevistas no tan lejanas se mostraba escéptico sobre la escena NSBM, esa temporada ucraniana huyendo de sus aventuras en combate la pasó, aparte de tocando música callejera como un trovador provenzal, cerveceando con sus amigotes y estrechando los lazos ya existentes con la escena local.
Tan estrechos fueron los lazos que Famine llegó a lo impensable. Desahució a Francia. La ama por ser francés, la ama por su pasado, la ama porque publica su disco en una caja de queso, pero es una batalla perdida. El futuro es Ucrania. Ludovic encontró en los ucranianos M8l8th, los ultras del Dínamo de Kiev y el sello Militant Zone tanto amiguetes como gente con la que hacer música y negocios.
En Ucrania, los conciertos NSBM no se celebran en tugurios clandestinos, sino que son festivales abiertos de organización y logística casi perfectas, y que reciben algunos miles de personas en todas sus ediciones.
La razón de que en Ucrania se pueda ir a un festival donde todos los grupos tocan a su hora es porque su principal sello, los ya citados Militant Zone, ha sido, digamos, adoptado como la división de “cultura juvenil” del Batallón Azov, que es una organización de extrema derecha estructurada de forma castrense a la vez como negocio y agencia de proselitismo.
El Batallón Azov posee su propia marca de ropa y línea de merchandising, librerías, almacenes de armas, gimnasios, campamentos de verano y redes de captación. Sus grupos armados y paramilitares están reconocidos por el gobierno ucraniano, quien les cede también un inmenso edificio que es su cuartel general. A nivel militar son considerados una unidad de élite y con el tiempo han ido reclutando un buen número de ex soldados profesionales de diversas nacionalidades y el mismo color de piel.
La visión de que ser neonazi en Ucrania está no ya tolerado sino subvencionado por el estado provocó que Famine no sólo se quitara la careta ideológica del todo, sino también que se mitigaran los sentimientos de cinismo, desesperanza y resignación social que el francés expresaba conforme desarrollaba su carrera. Ucrania, repetía Famine, es el futuro. En Militant Zone, como se puede comprender, estaban encantados en términos publicitarios de tener a Peste Noire por allí y su presencia en los eventos musicales llevaba a mucha más gente.
Antes de toda esta sucesión de acontecimientos Ludovic ya había radicalizado enormemente la idea conceptual de Peste Noire durante la última década, pero la estancia ucraniana acabó de animar al francés. Tras un cursillo de combate militar y algunas entrevistas sonrojantes, el grupo se alineaba sin tapujos con el NSBM y en 2019 parece que este Le retour des pastoreaux ya estaba acabado.
La aventura eslava de Famine no acabó muy allá. Para ser un soldado ario en las filas del Black Metal Nacional Socialista uno ha de mantener una pureza de formas digna de un Varg Vikernes vegano y diabético. Las drogas y el alcohol no profanan el templo de sus cuerpos, y la vida disoluta y la moral distendida son conductas firmemente rechazadas por los übermensch eslavos.
Ludovic no sólo ha comido muchos kebab en su vida, sino que hay material gráfico del muchacho compadreando con un travesti en una especie de club de carretera tras haberse bebido hasta el agua de los floreros del local. Malas lenguas y rumores varios hablan de que en Militant Zone lo acabaron mandando al carajo por yonki y borrachuzo. Mira, como al de Mütiilation.
En estos años tan accidentados, la música de Peste Noire se mantenía en una línea muy loca que exploraba influencias impensables como mezclar el Black Metal con hip-hop y que, como poco, podemos calificar de original. Para Le retour des pastoureaux los franceses nos presentan una propuesta que por un lado bebe de lo que se ha llamado “Militant Black Metal”, con una acusada influencia del RAC, y a la vez introduce secciones de pop, rock, rollito cantautor y un cierto nivel de festival circense de los hermanos Tonetti. Un poquito de Black también hay.
Lo de “Militant Black Metal” es un supuesto estilo que viene a aplicarse a cualquier cosa que edite el sello Militant Zone, incluído el Split - Peste Noire - Split, así que todo vale. El resto responde a Famine encarando este disco de una forma parecida a L’ordure... (2011), trabajando muchas ideas a la vez y combinándolas musicalmente, en lugar de seguir un único camino en la estructura de cada tema. El resultado no es tan brillante ni parece tan original ya como en L’ordure… pero a quien conozca ese disco le resultará familiar más de una cosa.
Aparte de la edición en caja de queso, La Mesnie Herlequin ofrece un 12” con una hermosa portada que reproduce una versión descolorida del cuadro “Los Lisiados”, de Pieter Brueghel el Viejo, mostrando unos leprosos mutilados alegremente vestidos para carnaval. Ambas ediciones están agotadas y ya revendiéndose en otras webs a precio de queso del caro. El título del disco, El regreso de los pastores, puede hacer referencia a un villancico provenzal y a una revuelta popular del siglo XIV, en la que una turba encendida por los sermones de un monje tarado recorrió parte de Francia e incluso llegó a entrar en Paris, en nombre de una cruzada para entre otras cosas pasar a cuchillo a judíos y agotes.
La producción parece parcheada conforme a cada momento, y las pocas secciones cacharreras quieren sonar con un efecto cuarto de baño que cualquiera con el oído abrasado por las primeras maquetas de Peste Noire encontrará entrañable. La mayoría del disco en realidad viene a ser Ludovic puerqueando sus cosas de skinhead maduro sobre bases instrumentales muy melódicas, con un sonido limpio y brillante mancillado al alimón por la línea vocal, efectos enervantes y alguna guitarra loca por el camino.
Los temas están muy trabajados a nivel de arreglos, a la vez que transmiten una simpleza engañosa. La guitarra sigue llevando el peso del álbum, pero la variedad de recursos en forma de músicos invitados permite a Famine marcarse una serie de licencias importantes y disponer de los coros de Audrey Sylvain, teclados, cello, trompetas, contrabajo, saxofón y alguna cosa más habrá. El nuevo batería, Baal, es miembro de Grave Circles y un buen percusionista, pero parece que se conforma con acompañar en discreto segundo plano los delirios de Famine. Todos los invitados colaboran con secretismo y pseudónimo, supongo que porque eso del NSBM no queda muy allá en el currículum.
Ludovic sabe cuándo lo hace bien y cuándo se le va el caldero a nivel compositivo, y varias veces ha defendido sus discos más criticados aludiendo a los mejores temas por su título. Aquí es posible que tenga que hacer lo mismo porque ha cocinado un potaje que va a tener a los puristas acordándose de sus familiares más próximos durante algún tiempo. Son treinta y seis minutos de trabajo. Parece un disco corto, aunque yo diría que depende del día que tengas. A veces treinta y seis minutos pueden parecer treinta y seis minutos, pero debajo del agua.
Arranca el queso camembert con una parsimoniosa “La bataille de Sarcelles” y Famine gruñendo cual cantautor acompañado de sus amigotes sobre un rasgueo de guitarra inofensivo. Sin previo aviso la cosa se lía y esto explota en una mezcla de Divine Comedy y Beirut, con sus respectivos bombos y trompetas. Cuando en los primeros diez segundos de “Chiendent” los franceses estiran los trombones y uno teme que aparezca Emil Kusturica bajo pseudónimo, Ludovic saca el talento que cada vez parece guardar más hondo y despliega un tema con multitud de cambios y matices, surcado por una línea vocal chirriante que bascula entre la declamación decadente y el shriek. Zonas de Black Metal trillado pero no por eso falto de calidad, solos un poco a su manera, rock melódico, todo en una sucesión ciertamente conseguida para lo que podría ser el invento.
“Cacatov” abre con un hermoso grito gallináceo, y en su primera parte ofrece uno de esos riffs dementes que tanto gustan a Famine, buscando mirar atrás con acierto. Se apoya en un puente rockero para una segunda parte estupenda, que recuerda las formas del homónimo Peste Noire de 2013 y su idea musical. De nuevo pienso que estas cosas no suenan para nada originales a estas alturas, pero siguen teniendo calidad.
Le cambia el semblante a Ludovic para la muy madura “Les jolies cannes”. Aunque la línea vocal siempre aporta una sensación desagradable y hay alfombras de distorsión guarras por ahí, el parón tras una desorientada intro parece anunciar la llegada de Satán, pero lo que llega es un tema de noise cutrón y sorprendentemente blandito que hace que Alcest parezca Cannibal Corpse. Estará mancillado y todo eso, pero suena hasta optimista.
“Haut les schlass!” dispara un teclado oscurillo y buenas formas, y retoma el Metal como hilo conductor. Con algunos coros que mezclan la agonía y el RAC por el camino. La progresión de los riffs es tan propia del grupo que me da la impresión de haberlos oído todos antes, especialmente los hilados tras un interludio campanillero en una repentina subida a las cumbres menos exigentes del cacharrerismo.
Ludovic encuentra una buena excusa para sacar la armónica en “Blues arverne”, que encierra una lenta progresión de desesperación vocal entre arpegios muy marca de la casa y va animándose instrumentalmente sin pasarse nunca de revoluciones. La armónica de Ludovic, de justicia es decir que parece que ha aprendido a tocarla, y los desquiciantes bends que torturan la mayoría de los arpegios y riffs transmiten un tono un tanto sobrecogedor, cocinando una especie de caldo de gallina muy jam session.
Es un tema de regusto melancólico y bastante triste, que Famine redondea en el siguiente corte, “Lettre à personne”. Una canción extrañamente intimista y oscura sobre su pueblo de adopción, La Chaise-Dieu.
Una composición tremendamente amarga y con desacostumbradas partes ambientales, que a modo de carta narra la marginalidad de las zonas rurales francesas, el clima miserable y la población envejecida. Tras una breve outro, con coros etéreos de Sylvain, el disco se cierra con una sensación gélida y descorazonadora. Más que de costumbre.
¿Ha perdido el norte Famine, definitivamente? Pues yo diría que aún no, pero en ello está. Este trabajo es lo más personal que ha sacado Peste Noire en su carrera, y el menos Metal en general. Es intrincado y bastante duro de oír, y pese a que musicalmente se aleja mucho de sus primeros trabajos recrea más las sensaciones de Ballade countre… o el más o menos lisérgico Folkfuck folie que de los siguientes L’Ordure... o Peste Noire, a los que se asemeja más en su concepto, por decirlo así.
Caramba, me he saltado un par de discos. Probablemente porque estamos ante el sucesor de Split - Peste Noire - Split, al que su segunda parte condena sin remedio. Y me parece que es mejor disco también que La Chaise Dyable, que en mi opinión mostraba unos signos de estancamiento que aquí se evitan no tocando mucho el lado Black Metal. Es desde luego un trabajo arriesgado musicalmente incluso para los estándares de Peste Noire, recupera un poco la idea del trovador de lo gallináceo y contiene de nuevo, como ya es tradición en la banda, momentos excelentes y algunas cosas un poco raras.
Para puntuar este disco puedo tener un problema. Creo que ha llegado un momento en el que ya no distingo si Famine me quiere tomar el pelo o no. Me parece un trabajo que debe acumular escuchas para poner en orden lo que se presenta, y es desde luego de lo más interesante de este año y el tiempo dirá si de la discografía de Ludovic. Cuatro cuernos que le voy a dar, que serían cinco si te regalaran una gallina con cada copia.
Famine: Guitarras, voz, armónica
Baal: Batería
Lazareth: Trompeta, Saxo
Yurii: Bajo
Frater Stéphane: Contrabajo
1312: Cello
La Faucharde: Coros