
1.Kissing Willie
2.The Rattlesnake Tail
3.Ears of Tin
4.Undressed to Kill
5.Rock Island
6.Heavy Water
7.Another Christmas Song
8.The Whaler’s Dues
9.Big Riff and Mando
10.Strange Avenues
Hay veces en la vida que uno debe tomar cartas en el asunto y realizar alguna labor que poco o nada sea de su agrado. Esto es por todos conocidos y podríamos hacer un buen recopilatorio de ello. Y la música y nuestro querido rollo no iban a estar exentos de tal pecado. Me refiero ni más ni menos al hecho de tener que traer en este nuestro Portal ciertas obras el balance de las mismas es, por decirlo de forma suave, negativo. Pero claro, colegas, llegados a este punto creo que es preciso reivindicar todos aquellos resbalones de nuestras bandas favoritas pues, al fin y al cabo, son partes de las mismas. Y no hablo de reivindicar desde una perspectiva en la cual quiera negar la evidencia de estar enfrente de una gran cagada dicho en lenguaje coloquial no; me refiero al hecho de no querer ver la realidad o, si más no, tergiversarla. Los Stones, Sabbath o Zeppelin son formaciones espectaculares con un catálogo irrefutable que habla por sí solo y del que solo podemos chapar la boca ante tal magnitud del asunto. Claro está. Pero esto tampoco quita el hecho de que en sus carreras hay de sus más y sus menos. Y no pasa absolutamente nada, pues como todo en esta vida, nada es perfecto (bueno, o casi nada, quisquillosos).
Y aunque nos duela, queridos lectores, “Emotional Rescue”, “Tyr” o “Coda” -respectivamente-, son tan de tales venerados grupos como “Let It Bleed”, “Sabbath Bloody Sabbath” o “Zeppelin IV”. Forman parte de su historia de igual forma, no hay más. Y claro que sí, tíos, los podemos dilapidar hasta la saciedad, criticar con dureza, no dar crédito de como es el mismo grupo y todo lo que queráis. Pero son parte de su patrimonio, aun todo lo comentado. Los puntuamos como merecen, pero no por ello los vamos a obviar, pues desde un punto de vista contextual también tienen su importancia, para qué nos vamos a engañar. Pues algo así nos ocurre con la movida que hoy nos ocupa, o sea, mantengamos la calma.
Que Jethro Tull son de lo más grandes de nuestro rollo no es ninguna puta novedad a estas alturas de la película. Creo que aquí lograríamos un consenso prácticamente unánime dentro de nuestra heterogénea parroquia. Una carrera y trayectoria como pocas podemos encontrar en esta empresa de nombre rock, así como un catálogo discográfico que es sencillamente espectacular. Con una variedad dentro del mismo que solo me crea que asombro absoluto y una sensación de, a pesar de haberlo trillado hasta la saciedad, se me siguen escapando un sinfín de matices y recursos empleados; y títulos en su haber que son obras maestras sin paliativos no solo del metal o el rock, de la música en general, patrimonio de la maldita humanidad, vaya. “Aqualung” (1971), “Thick as a Brick” (1972) o “Songs from the Wood” (1977) (por citar tres, pero es que podría citar tres más aún) son de ese tipo de obras que trascienden fronteras, géneros y lo que sea que se les ponga por delante, no contamos con vocabulario suficiente en el casillero para describirlos.
Pero claro, colegas, retomando el hilo del principio que era lo que realmente al que les escribe le interesaba; no todo aquí iban a ser flores y violas. Aún así sí que me gustaría matizar antes de encarar este polémico “Rock Island” de 1989 que nos ocupa que, a pesar de lo que se suele decir, al menda la década de los ochenta no la ve como un problema en los de Ian Anderson. Para nada. Y digo esto porque se suele decir que tal período de tiempo jodió para siempre la carrera de Jethro Tull. Y nada más lejos de la realidad. Los ochenta abrieron nuevos horizontes para la banda, el folk que tanto les caracterizó en los setenta se aparcó (como también aparcaron en anterioridad el blues y el jazz) para dar paso a una nueva realidad de corte mucho más progresivoide y enfocada completamente al rock. Y prueba de que el invento no les fue nada mal tenemos para la posteridad ese soberbio “The Broadsword and the Beast” (1982) y el fenomenal “Crest of a Knave” (1987). Y ahora sí que encaro ya definitivamente lo que se me hace tan cuesta arriba. La continuación de este último mentado. Porque así lo veo al fin y al cabo este desacierto de Jethro Tull que nos ocupa en el día de hoy.
Hay quien les acechará el cambio de registro que dio la banda. Es lícito, no digo que no. Pero de este modo se va a perder obras sensacionales posteriores. Ahora bien, lo que no cuela, no cuela, colegas. Y “Rock Island” desde luego que no lo hace. Y ojo, con esto no digo que no se escuchen el invento (aunque se que quien no lo conozca no le va a motivar una mierda este escrito, pero ni que sea por curiosidad, tíos…), pues nada más lejos de la realidad. Creo que solo por el hecho que lo firme quien lo firme ni que sea para ver lo poco que se lo curraron, vale la pena.
“Crest of a Knave” les funcionó de lo lindo. Para que nos vamos a engañar se trata de un trabajo estupendo con el que Jethro Tull se ratificaron en una propuesta fenomenal que les sentaba genial. Ahora bien, lo que no puedes pretender (más aún siendo la eminencia que eres), es sacar un trabajo desganado el cual se base en el impulso de la anterior obra. Eso sí que no. Por aquí no pasamos. Una propuesta totalmente descafeinada, que parece que está parida por pura inercia. Como el anterior funcionó, ¿Para qué currarnos algo a la altura si podemos hacer un calco y encima mal hecho? Pues aunque parezca del todo sorprendente, esto es lo que parece que se le pasó por la cabeza a Anderson.
Y ojo, tíos, que con esto no quiero decir que el álbum en sí sea lo peor. Pues sería totalmente injusto con la obra. Quiero remarcar el hecho que el trabajo de forma independiente pues es eso, un disco de rock progresivo sin más, que hasta sería destacable como debut de alguna banda novel pero claro, colegas, ¿Para Jethro Tull? Joder, esto es un resbalón y de los grandes. Pero tampoco voy a negar el hecho de que todo lo que estoy soltando es una percepción lo más subjetiva posible. Quien lo vea como material de primera, pues fenomenal. Lo que pasa es que cuando te mal acostumbran ya no vale cualquier cosa, a pesar de que piezas como “Kissing Willie”, “Another Christmas Song” o “Big Riff and Mando” sean vicio de primera y, sin lugar a dudas, material de lo más rescatable posible. Pero me niego a pensar, mis queridos lectores, que nos tengamos que satisfacer con un álbum de los británicos basado en cuatro hits, esto no, por favor.
Y la verdad que, aunque me pese un mogollón, creo que va siendo hora de ir cerrando y concluyendo este doloroso texto. Reconozco que es la primera vez que afronto una obra de la que puedo explicitar que no me gusta. Tan simple como esto. Creo que todos podríamos realizar una buena lista de todos esos álbumes de nuestras bandas sagradas que no nos enrollan lo más mínimo. Pero claro, colegas, cuando encima debes realizar una disertación mínimamente decente (no digo que lo haya conseguido) la cosa se antoja como mucho más compleja. No quiero daros más la brasa, pero creo que ha quedado claro que para un servidor nos encontramos enfrente de una decepción en toda regla. De las que duelen. Y solo les puedo decir que, a parte de los álbumes de mis bandas favoritas citados al principio de esta deprimente reseña, y al lado de otros menesteres como “Roots”, “Diabolus in Musica” o “Demoliton” (por citar algunos a bote pronto); deben añadir este desafortunado “Rock Island” de 1989 de mis queridos Jethro Tull.
2 cuernos para Ian y su vagancia a la hora de volver a parir algo grande. Aunque tampoco echemos un drama del asunto. Como si no se lo pudiera permitir…
Ian Anderson: Guitarra acústica, flauta, guitarra, mandolina, batería, teclado y voz
Dave Pegg: Guitarra acústica, mandolina y bajo
Martin Allcock: Teclados
Martin Barre: Guitarras
Doane Perry: Batería