
1. Resurrection - 3:58
2. Made In Hell - 4:12
3. Locked And Loaded - 3:18
4. Night Fall - 3:41
5. Silent Screams - 7:06
6. The One You Love To Hate - 3:11
7. Cyberworld - 3:08
8. Slow Down - 4:51
9. Twist - 4:08
10. Temptation - 3:32
11. Drive - 4:30
12. Saviour - 2:57
El siglo XXI llegó marcando ciclos en la historia de un movimiento, una ola de avatares que bañó el género trayendo muerte para unos y resurrección a otros. Una pantera de la América sureña, única en su especie, hizo sin saberlo su última cacería, despidiéndose para siempre de nosotros de una forma digna e irrepetible, mientras, la Doncella de Hierro recobraba su voz perdida. En ese año de óperas finales y de regresos triunfales, un dios retornó para reclamar su trono, trono que no era otro que el asiento de una Harley Davidson, y su cetro, un micrófono, para anunciar de su propia voz que el Rey de Octavas volvía a estremecer almas de viejas y nuevas generaciones.
En aquel verano de 2000, yo hacía tiempo que había dejado de comprar aquellas revistas especializadas que me nutrían de información acerca de ese mundo que empecé a conocer a fondo en mis años de instituto. Aún no tenía acceso a la red de redes, por lo que no estaba avisado con tiempo como estamos hoy de los próximos lanzamientos discográficos y demás novedades que concernían al Metal. Pero aún mantenía una puerta abierta, pues continuaba con mi hábito melómano de escuchar cada noche de domingo aquel programa llamado Rock Star, en la 97.1 FM (no nombro la emisora para no contaminar el escrito, pero su apellido es ‘40’). Cuando estaba demasiado cansado, ponía el programa a grabar en un cassette y me acostaba, para al día siguiente escucharlo y no perderme nada. La medianoche del 21 de Mayo de ese año, decidí hacerlo, pulsé el ‘Rec’ y fui a la cama. Mientras mis ondas alfa tejían mis sueños, las ondas hertzianas trajeron otro de más calibre y realidad, la vuelta de Rob Halford al Heavy Metal en forma de canción, la que dio nombre a su obra, Resurrection.
”Son of Judas bring the saints to my revenge,
Resurrection bring me home”.
Sitiando el silencio, una especie de atmósfera eléctrica trae en su turbulencia un timbre de voz familiar que va tomando cuerpo y sentido, como psicofonía que es filtrada para ser descifrado su mensaje, hasta que esta entidad se manifiesta con más violencia y esplendor… Sí, es Él, y tras su hiriente santo y seña de vibrante sable de voz con el que vuelve a nuestro mundo, nueva sangre lo sigue para orquestar su regreso… Resurrection se abalanza hacia nosotros.
Decir que cuando en aquella cinta escuché ese inicial ”I’m digging deep inside my soul…” de afilado destello Painkiller, di un profundo suspiro por lo que me evocó, esa grabación fue como un eco del pasado que acudía a hacer realidad el sueño de muchos, sobretodo de muchos como yo, que no vivimos en presente la época dorada de Judas Priest, pues en mi caso, vivió paralela a mí hasta que en 1997 tomé contacto directo y profundo con esta música.
Este primer tema arrasa en un Heavy/Thrash presto y conciso, la batería de Bobby Jarzombek y las guitarras de Patrick Lachman y Mike Chlasciak, unidas al bajo de Ray Riendeau, construyen juntos un muro sónico de veloz descarga, sobre la que obra la Voz, haciendo referencias simbólicas a su pasado reciente, desde que dejó aquella banda inglesa hasta entonces, en una letra articulada a cuchillo en la que avisaba que había vuelto para quedarse, arropado por virtuosos riffs y flamígeros solos que alternaban vieja y nueva escuela bajo la excelente producción de Roy Z, el que ya trabajara con Bruce Dickinson en sus últimos álbumes en solitario.
Después de ese ferviente manifiesto, llega Made In Hell, una especie de Eat Me Alive de ritmo más marcado que respira Heavy Metal de antigua usanza en cada bocanada de su marcha, tema defendido por Halford esta vez en tono medio y volviendo a ser autobiográfico en su letra, pero en este caso viajando más atrás, a sus albores y al entorno e influencias que lo envolvieron entonces: ”De los recuerdos del ’68 cuando el mago [ Hendrix ] sacudió al Mundo, llegó el Metal de las fundiciones donde el sonido de Midlands se desplegó”. Época y ambientes musicales donde él buscó sacar lo que tenía en su interior, indagando en su propia odisea “desde el Jazz y la electricidad al buen y viejo Blues sureño”, hasta ‘alzar el Infierno’ a golpe de grito. Grandioso aquel puente al solo que construye Rob con su creciente escala, demostrándonos que aún quedaba divinidad en él por regalarnos.
Las referencias nostálgicas de aquella letra de Made In Hell les invita al grupo a marcarse a continuación un Locked And Loaded de extravagante y vacilona sombra Killing Machine, despachado con fuerza a la vez que con una sinuosidad setentera muy adictiva, aplastándonos con elegante tralla de legítima esencia. Soberbio.
Con Night Fall, una calma melodía nos susurra con enmudecidas notas, orientadas en su combinación al lenguaje del Power Metal, para explotar todo en un ceñido mid tempo de sólidas guitarras, entrando luego Halford con una original línea de misterio y acecho, seguido de un sentido estribillo, pareciendo todo en conjunto como una recreación algo más moderna y contundente de aquellas gloriosas composiciones del Screaming For Vengeance, tales como Bloodstone o (Take These) Chains, con el mágico halo de misterio y magia de Electric Eye. Un cóctel efectivo de gran calidad, aunque un sucedáneo de la magna raíz, marcada sea la distancia.
Un arpegio nos llueve lento y majestuoso, trayéndonos la power ballad del disco. Silent Screams es un emotivo corte que entre acústicas va creciendo en intensidad, con un Halford en sus tesituras más suaves. Pero la oscuridad va ganando poco a poco a la luz, y tras el segundo estribillo el espectro cambia, vislumbrándose a través del reverberado torrente de Rob una creciente pegada de Jarzombek que va alzando ante sí un riff cercenador, abriéndose paso éste a doble hoja por otro escenario más agresivo donde Halford arremete contra nosotros a golpe de sílaba, siendo más adelante reforzada cada frase por sísmicos redobles de caja, un efecto arrollador que muere tras dos rondas, pero muere matando, machacando parches e inundando de estridente ira el entorno a cargo del dios del grito, para dejarse caer de nuevo el tema en clave de balada, cerrando el círculo con más fuerza y pasión que al inicio del corte, hasta despedir el tema suavemente. La bonanza tras la tempestad.
La sexta pista trae a un invitado muy especial, creando en este The One You Love To Hate un dueto histórico jamás concebido hasta la fecha, Rob Halford y Bruce Dickinson, un duelo de titanes en el que se midieron las tesituras a usar para que quedara el combate en tablas, donde diplomáticamente ninguno arroja al otro sobre las cuerdas, que son bordones simétricamente trazados a diestra y siniestra con un riff demoledor. Dos fieras primigenias del género en acción.
Cyberworld es la respuesta tardía pero bienvenida a aquella rama que definió el lado más clásico del Metal los ’90, el Power Metal, con un nervioso riff que como en almenas reparte una sí y otra no notas finas engarzadas en la gruesa línea, tejidas al más puro estilo de ese subgénero del Heavy Metal que reinó en la escena desde la última década del siglo XX, paralelamente a ese nuevo sonido que trajo Pantera.
Rob se despacha a gusto entre los riffs como viejo rey que estrena nuevo palacio, cómodo pero sabiendo de sobra lo que debe hacer, cómo obrar en él. Después de ese fabuloso solo, que llega en su final a romper la barrera del sonido, estalla una bella melodía que pronto es acompañada por Rob con una dulce línea que casa en perfecta sinergia con la de las guitarras, creando uno de los mejores momentos de todo el álbum, toda una sorpresa al más puro estilo de Judas Priest y aquellos ases que guardaban en sus mangas de cuero para sacarlos a media canción, o cuando, como en este caso, ésta está a punto de terminar, cuando cualquier mortal piensa que ya está resuelta, llevándose la grata sorpresa luego. Atrapados quedamos en su mundo cibernético, y hechizados por su atmósfera. Colosal.
Reafirmando el terreno, lenta rueda una mole que responde al nombre de Slow Down, mastodóntico riff de Patrick y Mike donde en medio penetra el bronco y denso caudal de Halford, en un registro suave pero sólido al mismo tiempo, ¿Que cómo es eso?, no olvidemos quién es el que canta. Tras el solo, entra un trance dirigido por un suave y marcial redoblar de caja, que aflora entre el cortinaje de un arpegio sobre el que Rob exhala su lacónico mensaje, hasta salir del trance el tema y retomar su curso inicial. Adoro la forma en que a continuación las guitarras empujan la segunda mitad del puente al estribillo (“The choice is resting in my hands…”), un enmudecido pulso de bordones que remolca a ese ”hands…yeah…” con gran pasión y señorío, hasta ser marcada la despedida con los últimos estribillos.
La elasticidad compositiva del grupo y su líder se ve reflejada con creces en ese Twist, parecido a esas optimistas piezas de aquel Point Of Entry del ’81 de Priest, dándonos el vocalista otra dosis de destreza y versatilidad que sólo nos sabe administrar él, con sus piruetas vocales rica en diferentes matices, retorciendo, girando sus tesituras, haciendo honor al título de la canción. Tras él, aparece Temptation y su delicada mixtura entre machacón Hard Rock y Heavy de los ’80, donde el cantante pasea su desparpajo al estilo de ese Burnin’ Up del disco que trajo el cuero a la escena, para sorprendernos con el contraste de un delicado estribillo. Ese último giro de Halford con el que da fin al corte no tiene precio [3:10], desbordándonos el alma como en sus mejores tiempos.
Rudo y rockero nos sacude Drive con el cliché de la carretera y los motores rugiendo, para dar paso luego a Saviour, una pieza de enérgico Heavy que explota en un majestuoso estribillo, que nostálgico en su eco y forma nos trae la legendaria atmósfera de aquel Defenders Of The Faith, el mismo que forjaron aquellos dioses británicos hacia los que Halford emprendió su sendero de regreso.
Aunque largo aún, ese camino estaba abierto, faltándole sólo pocos tramos para la meta, señalizadas esas etapas por el doble en directo Live Insurrection y una obra maestra llamada Crucible. Para todo ello quedaba esperar, pero fue una espera, más que entretenida, maravillosa, con la que todos fuimos saliendo de dudas de que aquel regreso era sincero, y aspirante a un trono que siempre tuvo dueño, pues nadie fue digno de él, sólo del que lo reclamó tras su resurrección.
Rob Halford - Voz
Patrick Lachman - Guitarra
Mike Chlasciak - Guitarra
Ray Riendeau - Bajo
Bobby Jarzombek - Batería