
1. The Ring (Overture) (1:48)
2. Rheingold (4:01)
3. Valhalla (3:38)
4. Giants (4:37)
5. Maidens of War (5:48)
6. Sword (5:02)
7. Dragon (4:07)
8. Liar (2:46)
9. Murderer (5:37)
10. Twilight of the Gods (7:21)
GRAVE DIGGER son una banda que mejora con los años. Empezaron humildemente con un Speed añejo, directo e íntegro que no inventaba nada, pero era muy disfrutable. Su incursión por los noventa fue mucho mejor, trayendo discazos “The Reaper” o “Heart of Darkness”. Con la inclusión de Manni Schmidt, ex guitarrista de RAGE, la banda mejoraría notablemente, entregando los mejores discos de su carrera en esta etapa. El Speed casposo ya quedaba atrás, ahora tocaba adaptarse a los vientos que soplaban, así que, la dirección apuntaba a Power Metal de calidad.
La mano de Manni Schmidt se nota a miles de kilómetros de distancia. Sus armónicos, tan propios de él, se escucharán al largo de todo el disco, junto con sus riffs crujientes y solos pletóricos de magnificiencia. “Rheingold” es posiblemente el mejor disco de la banda y el más pulido. Un Power épico potente que no empalaga, con coros abrumadores y medievales, las temáticas típicas de dragones y fantasía. Yo soy alguien que le suele huir a estas propuestas, me suelen saber muy dulces y soy diabético jejejeje, pero les puedo asegurar que esto no es Power “Happy” con escalas mayores abusivas que suenan de juguete o voces hechas de crema chantillí y azúcar glass. No, nada de eso. La rabia de RAGE se palpa aquí, es Power europeo con la fuerza y cojones de acero del Power de USA.
El disco está basado en la ópera magna vikinga de Richard Wagner: “El Anillo de Nibelungo”, específicamente en la ópera, “El Oro de Rhin” (Das Rheingold”). Sin llegar a la grandeza de Wagner (pocos lo hacen) el disco se erige con orgullo como un ejercicio de Metal de la más alta factura: coros potentes para cantar a la par, guitarras limpias que se intercalan numerosas veces con la tormenta de distorsión para añadir dramatismo y matices, una batería portentosa que llena cada espacio para no dar descanso al cuello y un bajo locomotora que está en todo momento para hacer avanzar a la nave vikinga y la voz de Chris Boltendahl es perfecta; áspera e hiriente, pero también puede ser melódica y teatral, sumerge en la temática y a pesar de las letras son simples funcionan y te transportan a la colorida portada. “Rheingold” sería la primera entrega de una triología temática en la discografía de GRAVE DIGGER.
“Rheingold” es adictivo. A diferencia de los primeros discos de la banda, es versátil, no es monótono. Es curioso que una banda veterana como GRAVE DIGGER haya tenido que luchar tanto para conseguir madurez compositiva y un sonido definitivo. El proyecto nació en 1980, pero fue sino hasta 1995 que alcanzaron la solidez y tuvo que llegar 2003 para que lanzaran su primera joya que brilla con el resplandor de los grandes. Siempre es algo que me ha llamado la atención y es digno de admirar que esta banda siempre ha estado a pie de cañón, sin rendirse, siguiendo con la música: su pasión.
“The Ring (Overture)” nos aclimata al concepto del disco. Típica intro que hemos escuchado en miles de discos de Power Metal, pero resulta efectiva y dan ganas de escucharla. Ahora viene la chicha: la canción homónima estalla con un riff al puro estilo de Manni, con reminiscencias de TESTAMENT en “The Gathering”. Los teclados Katzenburg intervienen en los momentos precisos, acompañando los coros del Valhalla. La sección con punteos de guitarra limpia y voces astrales que viene antes del solo es fantástica y mágica, una antesala perfecta para las maniobras de Schmidt a las seis cuerdas, entregando solos pirotécnicos como de costumbre, soberbios.
“Valhalla” llena de vigor y energía, brilla como mil soles. Los armónicos omnipresentes son un placer para las orejas. Los coros que gritan “Vaaalhaaallaaaa” están más sobados que puta de pueblo, pero eso no resta calidad a la composición. No hay nada nuevo en el horizonte, pero con GRAVE DIGGER jamás se necesitó innovar. Han mutado y evolucionado: sí, pero nunca han salido de las coordenadas del buen Heavy y eso no es nada malo, todo lo contrario. Uno podría pensar que una obra basada en “El Anillo de Nibelungo” iba a ser pomposa y grandilocuente en exceso, con un montón de orquestaciones y pretensiones. Con GRAVE DIGGER las cosas no son así, gracias a Odín, porque son muchas las obras basadas en las inalcanzables óperas vikingas que pretenden llegar a la gloria, pero caen el intento vergonzosamente con despropósitos, obras de metal que pierden su identidad tratando de ser música clásica olvidando de qué se trata esto. “Rheingold” no es ni muy humilde, ni muy presumido: es equilibrado.
“Giants” muestra más orquestaciones, los teclados sobresalen en la sección media, pero como dije anteriormente, no es sobrecargado ni fuera de lugar. Es lo justo y necesario para añadir épica, sin perder la esencia y pesadez del Heavy Metal que GRAVE DIGGER llevan practicando toda la vida. Schmidt demuestra por enésima vez que es un monstruo en lo suyo, uno de los genios alemanes tras las seis cuerdas con un estilo marcadísimo, algunos podrían decir que repetitivo, pero al fin y al cabo es su sello inconfundible algo que no tienen todos los guitarristas.
“Maidens of War” saca una faceta tranquila, melancólica de mucha belleza, aunque no tarda en inmolarse con la distorsión de acero. El desarrollo de “Maidens of War” se intercala entre secciones Heavies y partes limpias con un Chris Boltendahl que se torna melódico y dramático que no tarda en ir retomando “in crescendo” la agresividad. La fórmula se repite a lo largo de la canción, pero añadiendo matices. Las melodías son ricas en detalle, es increíble echar la vista para atrás y recordar ese tosco “Heavy Metal Breakdown” que sin ser un mal disco se sentía amateur. Al final Manni nos regala punteos recargados de feeling y armonías exquisitas. La épica sigue creciendo y creciendo hasta el final, vuela y vuela como el ícaro y cae por las llamas abrasivas del sol.
“Sword” es una canción con influencias directas de BATHORY en su era vikinga. Tanto que el riff principal recuerda a “The Sword” del álbum “Blood on Ice”. Sea como fuere, “Sword” es una de las mejores canciones del disco. El tempo solemne va labrando un aura de odisea, de épica escandinava. El bajo roba los reflectores luego de un solo perfecto. “Sword” remonta a una batalla de estrategia, de vida o muerte. Son cinco minutos delirantes que avivan imágenes que de otra forma cuesta visualizar. Impagable.
“Dragon” es arrastrada y pesada, pero no estanca, fluye cuando tiene que fluir y pisa el freno cuando tiene que hacerlo. Puede parecer algo simple, y precisamente, lo simple no está al alcance de todos, parece mentira, pero a veces es más fácil enrollarse sin ton ni son que trabajar con pocos elementos y triunfar. Alguien con un carro último modelo, con todos los accesorios y artilugios diseñados para ganar la carrera fácilmente obtendrá el trofeo de oro, pero un cacharro viejo, con ruedas desgastadas y pintura decolorada poco llama la atención y lo último que piensa la gente es verlo como caballo ganador ¡Ah! Pero resulta que ese ataúd de hierro con ruedas gano la carrera ¡Qué sorpresa! Analogía simple, pero gráfica. No es el vehículo, es la habilidad del conductor y GRAVE DIGGER han aprendido a ser excelentes pilotos, con muchos choques y golpes por el camino, mas así se aprende. El guerrero lleno de cicatrices es el que mejor pelea y más experiencia tiene.
Cuando piensas que no se podía poner mejor se pone mejor. “Murderer” inicia con teclados y guitarras misteriosas, una mística inmensa inunda el cuerpo e intriga a la mente. Los martilleos de las percusiones laten como el corazón de un gigante, se avecina algo grande. Las voces de Valkyrias difuntas son espeluznantes, levantan escalofríos. La canción es pausada, el cantante se muestra más operístico. Estallan coros a todo viento para luego volver a la estancia enigmática, esta vez con notas de piano sutiles: pequeños detalles que hacen realmente buena una canción. Los “aaaaaah” agónicos son uno de esos momentos que no sabes si los pagas con oro para mostrar tu gratitud por momentos tan especiales. “Murderer” es sin duda mi canción favorita del disco: es completa, no le falta nada, es…mágica.
“Twillight of the Gods” es la pieza más larga del álbum. Siete minutos que resumen perfectamente la tónica de “Rheingold” dando todas las fuerzas que le quedan para cerrar con broche de oro. En el minuto tres resuenan acústicas que son como chispas esporádicas en una noche oscura en el bosque. La voz de Chris se torna dulce, más virtuosa y menos rasposa. Armonías duales parten en vuelo. Toneladas y toneladas de feeling.
“Rheingold” se nos despide y nos deja con una sensación de vacío, vacío que se llena volviendo a darle play.
GRAVE DIGGER volaron alto esta vez, junto con “The Grave Digger”, “Rheingold” es el mejor disco de la extensa discografía de los alemanes. Menos oscuro y más light que su predecesor, pero al mismo nivel de calidad desbordante.
Recomendado para todos los amantes del Power, de GRAVE DIGGER y el buen metal.
8.6
Chris Boltendahl: Voz
Manni Schmidt: Guitarras
Jens Becker: Bajo
Stefan Arnold: Batería
H.P. Katzenburg: Teclados