Los Ojos de Julia (Guillem Morales, 2010)

Enviado por Cuericaeno el Lun, 01/11/2010 - 18:25

Desarraigado de lo castizo y auténtico por culpa de los multicines comerciales que se fueron erigiendo en mi ciudad, hacía casi 20 años que no pisaba el emblemático Cine Cervantes de mi Sevilla natal. Incrustado en pleno casco antiguo, yo ya creía que se había cerrado, y desde que escuché que seguía activo, en todo ese tiempo quise volver algún día, siempre que la película a ver fuera afín a su ambiente, al de este establecimiento que en sus inicios fue un teatro y que aún conserva sus palcos, sus vetustas butacas, su telón rojo y esa hipnótica y señorial lámpara de araña que pende en pleno centro de su viejo techo, inmensa lámpara de la que quedé maravillado de pequeño la primera y única vez (hasta ayer tarde) que visité su sala, cuando fui a ver Robin Hood, Príncipe de los Ladrones (1991, ha llovido desde entonces…).

El escenario fue idóneo para aquel filme de halo épico, pero el terror y el suspense también son géneros propicios para ser acogidos por este antiguo cinema, y eran los géneros que me quedaban por saborear. Y reencontrándome con el olor ambiental a madera añeja, volví, esta vez gracias al suculento reclamo de Los Ojos de Julia, cinta española protagonizada por una Belén Rueda de la que ya queda lejos su simplemente correcta interpretación en series de televisión, y aún más remota su tímida presencia de co-presentadora de programas (muchos españoles recordamos el entrañable Vip Noche), para encararnos frente a una gran actriz que gracias a su papelón en El Orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007), hoy me ha hecho reincidir, sabedor de que su registro interpretativo en el suspense lo domina la madrileña de forma magistral, con una expresividad y credibilidad abrumadoras.

Parece ser que Guillem Morales, el director de esta película que nos ocupa, tomaría ese mismo punto de su curriculum para ver en el papel de Julia (mujer en la que se centra el relato) la encarnación idónea en la persona de Belén. Julia es una mujer que padece una enfermedad degenerativa que le afecta a la vista, y durante esa crisis debe afrontar el suicidio de su hermana gemela, que padecía la misma dolencia. Ella se niega a creer que su hermana se suicidara, y emprende sola una investigación que la envuelve en las situaciones más inquietantes, algunas bizarras a la par que estremecedoras (la escena de las ciegas en el vestuario no tiene precio). También contamos con un ente, físico o etéreo, cuya presencia sólo la capta ella y en vida su hermana, y que jugará un papel importante en las persecuciones más sofocantes y en las situaciones más siniestras, que en su mayor parte Julia debe afrontarlas en plena ceguera. Esto puede recordarnos a lo que sufría la eterna y bella musa del celuloide Audrey Hepburn en Sola en la Oscuridad (Terence Young, 1967), pero adaptada al dialecto cinematográfico de hoy, dotándola de una oscuridad más profunda y una actitud más desgarradora.

Poniendo en relieve ciertos detalles que engrandecen esta producción de Guillermo del Toro, es una delicia cómo el director no te deja ver ciertos rostros hasta que Julia logre verlos, maestría y hasta caballerosidad, diría yo, por parte del director. No nos deja averiguar nada hasta que ella lo averigüe, y eso concretamente nos lleva a una escena de poco más de media hora de ausencia de caras, actores que ejecutan acciones importantes o se cruzan ante nosotros sin que conozcamos su identidad, pero todo elaborado con un trabajo de acción, montaje y encuadres magnífico, que no hace sino insuflarnos la angustia de la protagonista. También la mecánica argumental nos enreda, de sobresalto en sobresalto (pues eso no falta, como está mandado), haciéndonos atar cabos que bien pueden dar fruto en error o acierto según cuáles (no faltarán las malas críticas de “esto me lo esperaba” o “se veía venir”. ¡Cuántos listos hay en la Tierra, qué maravilla!), pero sin duda te clavarán en el asiento como a mí al menos, que salí maravillado y satisfecho de haber visto una película original, profunda y bien hecha. Eso es de agradecer viviendo como vivimos en plena época de nula creatividad cinematográfica a nivel mundial, repleta de remakes y adaptaciones en las que parece que ya no queda nada por inventar. Veo que algunos cerebros siguen trabajando por el cine, y si encima son de mi país, doblemente satisfecho.

Los Ojos de Julia me hizo ayer disfrutar de un Halloween que lejos de su origen americano, fue tan idóneo como el lúgubre cine-teatro Cervantes donde se me proyectó esta película que quiero compartir con ustedes, y la tenebrosa fecha con la que creí una vez más (y con más vehemencia si cabe) en el cine español, un cine que desde la innovadora cátedra de Amenábar hasta nuestros días hemos sido testigos de su creciente calidad y originalidad, parte adquirida del lenguaje yanquee y parte construida de sí misma, con la crudeza y expresividad patria de obras como Los Santos Inocentes (Mario Camus, 1984) pero dinamizadas por el influjo artístico de obras más cercanas en el tiempo como Abre los Ojos y Los Otros del citado Amenábar (no olvidemos tampoco El Espinazo del Diablo de Guillermo del Toro, ni la tan reciente La Herencia de Valdemar de José Luis Alemán, cuya segunda parte espero ansioso).

Nadie es profeta en su tierra, pero algunos sí somos conscientes de lo que tenemos, del arte autóctono que ha evolucionado del Goya al Oscar, y cuya historia reciente lo está demostrando. Señores de mi tierra, apoyemos nuestro cine, pues además del Drama, el Terror Psicológico y la Intriga ya son especialidades de la casa, así que animo a vuestra vista y oído a que degusten esta cinta nacida en la península, paladeen todo su metraje, saboréenlo todo, desde la soga en el sótano hasta el bello cosmos de los ojos de Julia.

Trailer