
1. Vibrations (00:52)
2. Straight Hammered Creed (04:32)
3. The Seal of Jidda (03:22)
4. Thank the Aerosmith (03:57)
5. Seven Tears (03:26)
6. Thor (03:29)
7. Giant Man (03:16)
8. Diamonds & Disgrace (03:25)
9. Gonna Swing My Chariot (04:29)
10. The Metal Breaks My Senses (05:40)
Al contrario de cómo debe suceder en la vida, en la que siempre hay que avanzar, cuando hablamos de música, y no os digo ya de TU BUEN METAL, solo puedo entender el girar la cabeza para otear tiempos mejores y alcanzar a ver así la más inmarcesible gloria de este patrimonio que hoy día es lo que es, merced a los trillones de gotas de sudor que dejaron ir por su frente todos estos pobres desgraciados a los que de tanto en tanto vamos rescatando.
De algún modo, parece como si en Renania del Norte la fuerza fuera peculiarmente intensa –tal como hubiera aseverado El Viejo Ben- en aquel primer ecuador de los ochentas, ya que no fueron pocas las sabrosas formaciones que se incubaron en el lugar, y que de igual modo que sus compadres SAMAIN, hallaron ese tierno refugio en Los Países Bajos que fue la mítica escudería Roadrunner, por no nombrar a los imperdibles Karo Studios del inefable Kalle Trapp.
Como sea, el caso es que SAMAIN hoy día no son sino una banducha que apenas si conoce el Tato y cuatro más; Obviamente, si nos dejamos al margen a los troopers de toda la vida que entienden que poseer una copia en vinilo de este trabajo en su colección privada es más obligatorio que apagar el cigarrazo antes de entrar a un hospital. No en vano, los presentamos muy rápidamente volviendo a echar mano de aquella roída etiqueta que reza “Banda poco virtuosa con el suficiente IQ como para saber cuáles eran sus limitaciones y que grabaron un solo álbum antes de irse a tomar por el culo bajando por el pozo del Sarlacc”.
Y es que aunque es jodidamente agotador, yo os lo vuelvo a recordar para que de este modo, interioricemos todavía más el mantra: Éste es un formidable disco compuesto por unos modestos músicos que, aunque de muy bajo perfil, se metieron en los Karo -más enfocados que la puta de su madre- para grabar un disco de treinta y seis minutos que no tiene una sola tacha, más allá de que el manejo del inglés de Vorwerk se aproxima al mismo que tengo yo en cuanto el cultivo de amapolas. Ahora bien, eso no quita un solo segundo que encaje de pleno en el espíritu de la música y que sin margen a la duda, ofrece las prestaciones mínimas como para disfrutar de TUS VIBRATIONS lo mismo que un atomic camellazo.
La intro, “Vibrations”, es otra más que no entraña nada más que eso. Ya está. Preparamos así muy rápidamente un clima de tensión baratillo para ponernos en situación. Pero eso no impide que procede de todas, todas. Es pertinente y a esa portada tan cutrosa como magnética le va pero que al guante. Despega “Straight Hammered Creed” y señores: Esto es sencillamente lo que ofrecen SAMAIN. Poco y mucho, que diría aquél. Porque si alguien espera que la aguja del cuentarrevoluciones suba mucho más, mejor que salga por la puerta y se vaya a tomar un colacao. Los medios tiempos en SAMAIN son poderosos. Y su claridad de ideas, lo siguiente.
Porque aquí lo que impresiona es precisamente que nadie quiere impresionarnos. Es algo tan simple y llano como un disco de media hora con cinco temas por cara que raramente apenas si rebasan los tres minutos y medio; Es decir, el primer camino más rápido y obvio en busca de la utopía de la perfección.
De igual modo, siguen la metódica e insultantemente dinámica “The Seal of Jidda”, pero estate ahí quieto, Pedrín, porque “Thank the Aerosmith” es todavía mejor, regalándonos ese impagable momento en (01:46) que no es nada más que lo es. Alguien saltará exclamando: ¡Pero si aquí no hay nada, flipao! Pero sí lo hay, pepillo. Por supuesto que lo hay. Hay poco, pero lo que hay son un par de buenas ideas, bien ordenadas, muy bien ejecutadas y fenomenalmente grabadas, en un más que evidente contexto de presupuesto justo.
Y esto es lo que para mí hace grande a este disco y a esta banda, señoritos. Que saben lo que hacen, que lo hacen bien y que cómo lo hacen, le da todo el sentido a lo que nos quieren presentar. Por eso “Seven Tears” no se desvía un solo milímetro del raíl y nos siguen mostrando lo que son. Una banda de Heavy Metal honesta, pulcra y exageradamente meticulosa en no joder el invento moviendo un solo hilo que no sepan de donde viene.
“Thor” sigue la estela de la sobriedad, y esas maravillosas guitarras de Wiethoff y Bayer que de tan llanas y apocadas que son, te llegan con la naturalidad e inmediatez de un viejo amigo, enseguida se apoderan de ti. “Giant Man”, puede, acelera un pelo el ritmo, pero Neumann no se mueve de su imperturbable tempo con las baquetas; La era de las sandeces gratuitas estaba todavía por llegar. Éste, no hace falta decirlo, es uno de esos discos de los de antes. Y si todavía a estas alturas, alguien espera que pinchemos con “Diamonds & Disgrace”, pues que se tome otro colacao.
Y sí, claro: De igual modo alguien podrá recordarme que empieza igual que “Princess of the Dawn”, pero me importa un carajo. Esos solitos en (01:30) me hacen olvidar cualquier otra consideración. Y así de fácil y de obvio es, jilguerones: Discos y canciones, NO BREVES, sino sencillamente de la duración que deben ser, coño. ¿Qué más puedes pedir? Si un disco o tema es corto y está bien parido ¿No ves que todas las cosas pasan más rápido? Ideas buenas y claras bien concentraditas en el tiempo necesario para decir lo que quieres decir y la gente contenta, volviendo a girar el disco y sin la menor preocupación de haber pagado el precio. Todos contentos: Artista, sello, tienda y comprador. La mierda de antaño. ¡Hahay!
La última curva la cogemos también muy suavita con la desafiante “Gonna Swing My Chariot”, y su suculento estribillo, pero sobretodo con la narcótica y crepuscular “The Metal Breaks My Senses” y su muscular riffaco del quince planeando ominoso sobre sus sucintas estrofas. Veo muy en solfa este tema de cierre con esa portada que comentábamos antes, así en un plan “The Omega Man” total y ese amargo poso de desastre post nuclear que ha sumido a la civilización a un reducto de tribus nómadas guiadas por caudillos sedientos de gasolina y metralletas. Qué jugosos encapuchados con los ojazos rojos y la metrópolis abandonada y desierta allá al final ¿Ah?
Fenomenal clásico para revisitar tan a menudo como uno quiera. No te lo acabas, porque cuanto más lo pinchas, más interesante lo encuentras. Y de verdad os digo: Me hago cruces de que NADIE haya reeditado esto. Alucinante, con la de mierda infumable que están volviendo a planchar.
82/100
Peter Vorwerk: Voz
Ralph Wiethoff: Guitarra
Manfred Bayer: Guitarra
Bernd Emsermann: Bajo
Holger Neuman: Percusiones