
1. Lifit es dauðafærð (20:32)
Seguramente al traer por primera vez el nombre de Pest al Portal a colación de este Dauðafærð estoy traicionando su verdadera naturaleza, aquella sustancia aparentemente inmutable que los define como entidad. La verdad es que fueron ellos mismos quienes, al editar este EP de un solo tema, le dieron la espalda su más pura esencia como banda y, con ello, hicieron de esta mera anécdota, no sé si involuntariamente, el momento más brillante de toda su carrera… con diferencia, además. No es que no haya disfrutado yo de forma comedida de sus loas a mayor gloria de Satanás desplegadas sobre esa desvergonzada reverencia al black metal escandinavo de sus dos primeras olas, pero esta pequeña obra de puro arte negro es algo realmente especial y único en su trayectoria.
Igual que aquel Homer Simpson que se convirtió de la noche a la mañana en intelecto superior y mente clarividente cuando encontraron un lápiz alojado en su cerebro, los señores Necro y Equimanthorn se levantaron cierto día con el pie izquierdo y decidieron que no les resultaba suficiente con imitar a Darkthrone y Bathory para sentirse realizados. Y tan pronto como se despacharon a gusto soltando este maravilloso ladrillazo, volvieron a lo que mejor se les daba, blasfemar como ebrios súcubos invocando al señor del averno. O no. Para algunos como yo, esta pequeña desviación en la senda puso de relieve todo el potencial que podía llegar a dar este maligno dúo y, por tal motivo, nunca pude volver a mirarlos de la misma manera. Me gustó In Total Contempt, pero nada volvió a ser lo mismo. Muchas bandas las asumes como lo que son y tampoco les pides más. Sin embargo, el gran error de Pest aquí fue el mostrarnos qué podían llegar ser y nunca fueron… aunque bendito error.
“La vida es un viaje a la muerte” es precisamente eso, un auténtico viaje. Uno de esos en los que no debes más que atenuar las luces, recostarte sobre tu cama o en una cómoda butaca y dejarte conducir hasta el otro lado. Necro abandona ya de primeras sus habituales maldiciones en la lengua de Shakespeare para recurrir al sueco medieval como si del mismísimo Shamaatae se tratase, confiriendo así un aire más erudito y existencial al asunto. No es que Pest hayan sido nunca unas plumas excelsas en cuestiones literarias, ni siquiera lo pretendían, pero poco tiene que ver Dauðafærð a nivel lírico con las habituales desecraciones, crucifixiones, posesiones y maldades varias por las que son conocidos estos muchachos y cierto aire espiritual atisbo en su mensaje para esta ocasión. Como si el mismo empleo de esta versión arcana de su lengua hubiese servido de catalizador para trascender al siguiente nivel.
En consecuencia, la música tampoco debería ser la misma que hizo su aparición Blasphemy Is My Throne y Desecration y poco tendrá que ver con lo que vendría de In Total Contempt en adelante. Será cosa del uso del idioma o no, pero Dauðafærð hace gala de una profundidad insólita en Pest que me hace pensar en sus compatriotas Arckanum y, a través de estos, en Burzum. Sin sonar en ningún momento como ninguno de ellos. La influencia está ahí, Pest bajan ostensiblemente las revoluciones para evocar una sensación mucho más densa, oscura y opresiva. Y, además, lo hacen con la encomiable habilidad de diferenciarse sin dificultad de las hordas de imitadores de Burzum que hay por ahí sueltos. Sí, es la referencia más clara que se me ocurre, esos titánicos 20 minutos de oscuro y deprimente black metal no apuntan en otra dirección, pero dudo yo que haya alguien tan necio como para lanzar este Dauðafærð a ese inmenso cesto de imitadores sin personalidad que dejaron los vertiginosos tres años de Vikernes antes de acabar entre rejas.
La guinda del pastel la pone una producción acertadísima para una sola canción que navega con maestría entre la absoluta coherencia y la tensión bien gestionada. Dos suelen ser mis problemas con temas de esta duración. O bien tengo la impresión de que se trata de varias composiciones que han sido pegadas de forma arbitraria, o bien la monotonía acaba haciéndolas caer en el tedio más soporífero. Con Lifit es dauðafærð no ocurre ni una cosa ni la otra. Sus veinte minutos funcionan como un todo orgánico, perfectamente orquestado. Sin grandes sobresaltos, haciendo hincapié en una propuesta compacta, que nunca cae en el aburrimiento. Son diferentes los escenarios, pero un aire sombrío planea por toda su duración de igual forma y cohesiona hasta el último minuto de los veinte que dura. Las estructuras vienen y van, los ganchos se repiten. Encuentro un verdadero trabajo de composición detrás de todo esto, nada está improvisado y me hace pensar si Lifit es dauðafærð no sería más el fruto de algo que fueron armando a lo largo de los años, de forma paralela a sus actividades principales, más que un momento de clarividencia espontánea tras escupir Desecration contra la audiencia. Sean riffs glaciales o deprimentes melodías, las guitarras suenan potentes y afiladas, atmosféricas y distantes, frías y abrasivas… Son equilibrios complicados de conseguir y todo es puro black metal, pero en una versión más sentida de lo habitual. ¿Black metal depresivo? Le anda muy cerca, pero no quiero colgarle ese sambenito. Hasta cierta conexión con eso del black ortodoxo quiero ver yo…
Sin ánimo de repetirme, estos no son los Pest que algunos conoceréis o de los que otros habréis oído hablar. Son los que pudieron haber sido en un universo paralelo cuyo punto de inflexión se dio aquí y no llegó a continuar. Igual de íntegros, igual de “negros", pero aún mejores. De haber sido quienes de grabar otra canción como esta y haberla puesto por la otra cara (se limitaron a poner la misma, en inglés), se habrían llevado mis cinco cuernos de calle. O igual no se vieron capacitados para volver a hacerlo. Nunca lo sabremos. Un año después todo volvía al lugar donde lo habían dejado, como si Dauðafærð nunca hubiera existido. Os lo comenté antes, confíad en mí, la discografía de Pest es un buen lugar al que recurrir cuando queráis vuestra dosis de homenaje a Bathory y Darkthrone por vía intravenosa. Pero si buscáis algo un poquito especial, este es el lugar al que recurrir. Ojalá no lo hubiesen dejado morir nada más después de nacer o se hubieran montado otra historia en esta onda, pero no fue así y ahí quedó este Dauðafærð como una solitaria, maravillosa, parada en su camino.
8,5/10
- Necro: guitarra, voces y batería
- Equimanthorn: guitarra y bajo