
1.Song of Joy
2.Stagger Lee
3.Henry Lee
4.Lovely Creature
5.Where the wild roses grow
6.The Curse Of Millhaven
7.The Kindness Of Strangers
8.Crow Jane
9.O'Malley's Bar
10.Death Is Not The End
Yo soy de los que cuando era más joven me ponía enfermo con la llegada de la navidad. La vida suele ser puñetera, y tenía claro que mis problemas no iban a desaparecer por el hecho de que las calles de mi ciudad se llenaran de lucecitas, y en los anuncios de la tele me bombardearan con mensajes de paz, amor y amistad. Según vas cumpliendo años, te resbala casi todo, te ves más capacitado para resolver las complicaciones, y tus deseos de colgar por los tobillos a Santa Klaus desaparecen. Le coges cariño a estas “entrañables fechas señaladas”. Pero al niño cabroncete que aún hay en mi le apetece saludar la llegada de las navidades hablando de un disco basado en crueles asesinatos.
Nick Cave, el incombustible y polifacético compositor australiano, recopiló en 1996 una serie de historias populares macabras sobre crímenes que pertenecen al imaginario colectivo, y potenció el lado oscuro de una trayectoria, la suya, que jamás se había caracterizado por ser complaciente o sencilla.
El artista de las antípodas, no obstante, gozaba de un status y un crédito que le permitió rodearse de una serie de colaboradores de nivel, y musicó el conjunto de sórdidos cuentos sobre asesinatos que voy a comentar a continuación.
Desde sus días al frente del grupo underground Birthday Party, y a lo largo de su posterior carrera en solitario, Cave siempre ha destacado por su excéntrica personalidad, megalómana, arrogante, compleja y en realidad fascinante, como su música. Sus discos de los ochenta son los favoritos de sus fans. A partir de 1988 moderó su sonido y grabó una serie de obras que, sin traicionar su esencia, resultan más asequibles. Me refiero a “Tender Prey”, “The Good Son”, “Henry´s Dream” y “Let Love in”, soberbios todos dentro de su estilo de crooner pasional y atormentado.
En el nuevo milenio se ha convertido en un artista solicitado, que actúa en películas, publica novelas, lidera a la banda paralela Grinderman y escribe constantemente bandas sonoras para el cine (“El asesinato de Jesse James”, “La Propuesta”, “The Road”…). Dispersión que, como suele ocurrir, no ha beneficiado la calidad de su producción discográfica, y le ha hecho perder a los dos pilares fundamentales en los Bad Seeds, su banda de las tres últimas décadas: El guitarrista Blixa Bargeld y el multiinstrumentista Mick Harvey. Claro que él se siente más a gusto a estas alturas con sus películas y sus proyectos paralelos.
Su carrera en solitario alcanzó el cenit en 1997 con el maravilloso “The Boatman´s Call”, su mejor disco en mi opinión, curiosamente el más introspectivo de toda su carrera y donde menor protagonismo cedió a sus músicos. Un año antes editó las “Murder Ballads” en cuestión, sesenta minutos fúnebres no aptos para todos los oídos, un agónico viaje -sin retorno, pero con un soplo de esperanza final-, a la maldad del corazón humano que el hombre del gesto malencarado y cetrino supo interpretar con una lucidez estremecedora.
Centrémonos en las canciones de este disco que desde su portada, esa casa de madera con la chimenea encendida en mitad de la noche, en el interior de un sombrío bosque nevado, proyecta sensaciones de maldad y peligro.
La presentación de los temas no puede ser más explícita. Song of Joy , la primera canción, se abre con Cave metido en la piel de uno de esos viajeros que recorrían el mundo ganándose la vida con la narración de historias. Como el peregrino que entra en una posada para resguardarse de la tormenta, quedando abierta una rendija por la que entra el frío jorobando a los presentes, se sienta y se justifica por lo que va a contar: “Ten piedad de mi Señor…No tengo sitio en el que pernoctar y mis huesos están helados/Os contaré una historia sobre un hombre y su familia/ Y juro que es verdad”.
La historia de Joy, de ojos azules brillantes como joyas, con la que el narrador se casó en primavera diez años atrás. Sin explicación alguna la joven perdió su alegría, y las risas desaparecieron del hogar. El marido, médico, sale un día para visitar a un amigo enfermo, dejando en casa a Joy y a sus tres niños, y estos reciben la visita de un desconocido. El doctor vuelve y comprueba que su vida ha sido destrozada. La policía sólo es capaz de decirle: “El método de la muerte de los niños es el mismo que el de su esposa.” El criminal nunca fue hallado, y este hombre vaga por los caminos buscando habitación y contando su trágica historia.
Musicalmente, la canción se sustenta en la potente narración en primera persona de Cave, y tiene detalles que alteran el ánimo. Cada estrofa se parte en unas intervenciones de teclados que suenan como lágrimas, y un zumbido de viento aullante recorre todo el tema como un mal presagio. A partir del minuto 3´55, cuando el médico encuentra el cuerpo de su mujer amordazado y cosido a puñaladas, una línea de sintetizador por debajo de la voz del cantante se superpone al sonido del viento y crea un clima de angustia creciente. Y ya a partir del minuto seis, los Bad Seeds al unísono intervienen, con unos coros apocalípticos, y Blixa Bargeld aporta un par de guitarrazos. Termina el tema y uno siente las manos heladas. En el plano lírico, siempre me estremeció esa sencillez con que Cave describe la pérdida de alegría de Joy (“Gozo”), su tránsito sin razón a la tristeza (“Became Joy in name only”). También destaca la alusión al poeta Milton, autor de “El Paraíso Perdido”, y a la cita de este escritor que con la sangre de las víctimas ha escrito el asesino en la pared. Escuchad ese minuto 4´11, la confusión que transmite el intérprete cuando repite “Method of murder much the same as my wife´s”, tratando de explicarse a sí mismo lo que ha pasado.
Pocas veces se habrá reproducido el sonido del viento en disco como en esta deprimente canción. Escúchese el minuto 2´45, donde el estridente zumbido del vendaval logra tapar la profunda entonación de Mr Cave.
La labor que realiza Mick Harvey con los platillos es también impresionante, y todo ese clímax de tragedia lo obtuvo Cave con pianos y el órgano Hammond. Puro arte concentrado en siete minutos de canción.
Stagger Lee cuenta la historia de un tipo duro acostumbrado a solucionar sus asuntos por la vía rápida. Si alguien te vacila, llénalo de plomo de manera que hagan falta seis o siete tíos para levantarlo y ponerlo en el ataúd. La historia se remonta a 1932. A Stagger Lee su mujer le echa de casa, y él se lanza al mundo armado de su colt 45, su baraja de cartas de póker y toneladas de chulería y mala educación. Este tema tiene un punto de humor bestia, y debe ser una de las canciones con mayor promedio de palabras malsonantes que se recuerdan. Stagger Lee entra en los bares, se anuncia (“Mr Motherfucker, you know who I am…I´m that bad motherfucker called Stagger Lee”).
Tanta chulería te lleva a encontrarte con la horma de tu zapato, claro. En un garito llamado “El cubo de sangre”, a Billy Dilly le molesta que su chica, Nellie Brown, flirtee con Stagger Lee. Nellie Brown, conocida por ser capaz de “hacer más dinero que cualquier otra puta en toda la ciudad”, está dispuesta a montárselo gratis con el recién llegado. A Billy Dilly no le convence el tema: “Tú debes ser el hijo de p**a al que llaman Stagger Lee”; “Si, soy yo” –responde nuestro amigo- “Y mejor te arrodillas y me c****s la p***a”. El resultado a este correcto intercambio de pareceres entre caballeros se puede escuchar a partir del minuto 4´05 del enlace que dejo sobre esta canción.
De nuevo, el interés de la historia está en escuchar los matices interpretativos de Cave, la voz de matón que adopta, los distintos papeles que representa. Me encanta cuando nos dice que Nellie Brown comenzó a flirtear con Stagger Lee, y lo recalca con voz de sorpresa. O la intervención de la chica, viendo al camarero que ha cometido el error de mosquear a Stagger y ahora se desangra en el suelo: “Dios, no puede estar muerto!”. Y él contesta: “Bueno, sólo tienes que contar los agujeros en su p**a cabeza”.
La de Stagger Lee es una leyenda popular como todas las que se incluyen en el disco, y Nick Cave se jactaba en las entrevistas de haber escrito la letra más cafre que se recordaba sobre esa historia.
Se aconseja hacer un descanso porque para la siguiente balada nos metemos en aguas turbulentas de verdad. Henry Lee. De Stagger a Henry. El Henry Lee de Nick Cave no es el asesino en serie real Henry Lee Lucas, fallecido en 2001 de un paro cardiaco mientras esperaba en el corredor de la muerte en Texas. El Henry Lee de Nick Cave es la víctima de una mujer malvada que lo apuñala con un estilete en forma de pluma y lo arroja a un pozo. Para escenificar la canción, Nick Cave recurrió a la cantante y guitarrista británica PJ Harvey, la enigmática granjera de Dorset.
Con sus discos “Rid of Me” y “To bring you my love”, Polly Jean Harvey era una de la musas de la era alternativa. Con su poco más de metro cincuenta de estatura, era una fiera ardiente en escena, y pese a tener unos quince años menos que Cave se había ganado el derecho de tutear a cualquiera. En el vídeo de “Henry Lee” interpreta a la mujer asesina, y seduce con su mirada y sus negros cabellos a un embelesado Nick Cave. Su extraña belleza oscura se vuelve aterradora cuando pronuncia, tras haber arrojado al pozo a su enamorado, ese malvado “un pajarillo se posó sobre Henry Lee”.
El tema es uno de los mejores de todo el Cd, pero es que la historia no terminó ahí: Cave y Harvey tuvieron una intensa relación, que estuvo a punto de acabar con el matrimonio del australiano, casado con una mujer brasileña desde hacía años. La esquiva Harvey dio calabazas al músico, que en su siguiente disco dedicó a la inglesa Black Hair , una excepcional y devota canción de despedida, y se dedicó a ponerla a parir en la prensa los siguientes años. PJ Harvey, más inteligente, diplomática y fría, como se espera de una mujer, evitó contestar a la bestia herida, y en “Uh Huh Her”, su Lp de 2004, incluyó un tema llamado “The darker days of me and him”, que comenzaba con una estrofa que bien podía estar dedicada al australiano: “Promesas, promesas/Estoy quemada/Me enseñaste una lección/ Que yo no quería aprender”.
Lovely Creature parece hablar de un encuentro con una criatura mitológica que acompaña a un hombre en un sueño. Es la canción más dinámica hasta el momento, cuenta con un omnipresente acorde de guitarra cortante de Mr Bargeld, y un sonido de tormenta de arena en el desierto. Mick Harvey reproduce el sonido del viento con un órgano, y el músico Terry Edwards aporta un sonido de cuernos que ayudan a envolver la canción de ese tono mágico y onírico. Los suaves coros femeninos, esa especie de cantos de sirena, refuerzan las sensaciones descritas. El tema se cierra con los gemidos de la criatura, que vuelve, finalizado el sueño, a descansar bajo las arenas. En todo caso, esta canción pasa un tanto desapercibida por estar situada entre “Henry Lee” y la siguiente, la obra maestra del conjunto: Where the Wild Roses Grow.
PJ Harvey representó al “malo” en la canción comentada. Para “Where the Wild Roses Grow”, el otro dueto del disco con cantante femenina, Cave recurrió a su compatriota Kylie Minogue. Y que nadie se alarme, que la estrella pop australiana sorprendió a propios y extraños con una intervención colosal, en el papel de víctima. Así como la Harvey, con su fuerte imagen, encajó de fábula en el papel de asesina, Cave acertó al otorgar a la dulce Minogue, de aspecto mucho más frágil, el rol de la cándida Elisa Day, que confía en su amante y le acompaña junto al río. Cave le muestra unas rosas, la besa y golpea con una roca. “All beauty must die”, se justifica el muy canalla, a la par que nace la leyenda de la rosa salvaje, anteriormente conocida como Elisa Day. La canción, con esa entrada tan dulce y tan triste, y el efecto de la narración a dos voces, es insuperable.
A partir de aquí, para alivio mío y del lector, las canciones son buenas pero no tan impresionantes, y la descripción puede resultar más ligera.
The Curse of Millhaven es eso, la historia de una ciudad maldita donde todos los niños y demás criaturas de Dios, hagan lo que hagan, están destinados a morir. Musicalmente tiene un ritmo trepidante, parece una polka centroeuropea, y cuando en el año 2001 actuó Nick Cave con sus malas semillas en Madrid, comenzaron a tocarla y la cortaron abruptamente al cabo de un minuto. Continuaron con la siguiente como si nada, y ahí acabó la historia en vivo, por lo que a mí respecta, de la Maldición de la ciudad de Millhaven. La letra es tan alegre como todas las demás. Lottie, con sus coletas rubias y sus ojos verdes, el pequeño Billy Blake, incluso el fox terrier de gran pedigrí del profesor O´Rye que aparece clavado a una puerta, todos tienen que morir.
The Kindness of Strangers es de las pocas canciones que realmente responden al concepto de balada. Se trata de un suave y tristísimo cuento sobre una joven llamada Mary Bellows, que dejó su hogar en Arkansas tratando de huir de la pobreza, y se encontró con un desalmado llamado Richard Slade que la pegó un tiro en la sien y abandonó su cadáver engrilletado a los hierros de una cama. La historia es tan triste que a partir del minuto tres interviene Anita Lane, ex – amante del dandy Cave y ex – Bad Seed, y literalmente rompe a llorar, acompañando con sus sollozos desde ese momento hasta que acaba la canción, como si fueran un instrumento más. El tema termina con una moraleja en la que Nick Cave recuerda a las chicas jóvenes que no confíen en desconocidos.
“Crow Jane”, composición propia inspirada en un blues tradicional, líricamente algo más pobre que las anteriores. Lo mejor es el tamborileo de la percusión, las inquietantes voces femeninas de fondo, y ese chasquido de una pistola cuando Cave menciona a Mr Smith y a Mr Wesson.
La siguiente, “O´Malley´s Bar”, el “Rime of the Ancient Mariner” de este hombre. Catorce minutos de piano, órgano, bajo y batería para describir en primera persona la matanza que un pirado organiza en el interior de una taberna, a tiros y a golpes de un cenicero del tamaño de un ladrillo. Curiosa y un tanto excesiva, su duración le resta el dramatismo que sí tienen varias de sus antecesoras.
Tal vez abrumado por las burradas que había compuesto, Nick Cave eligió para cerrar la única canción con un mensaje más o menos positivo, el Death is not the End , destacada pieza del discreto “Down in the Groove” que Bob Dylan publicó en 1988, que el australiano rescata y entona rodeándose de nuevo de Anita Lane, PJ Harvey, Kylie Minogue, y el borrachín Shane McGowan de The Pogues, amigo personal de Cave. Se van pasando el micro en cada estrofa, y terminan todos al unísono entonando el estribillo, “la muerte no es el final”, que suena a chiste después de todas las miserias que hemos escuchado.
De los rescoldos de “Murder Ballads”, Nick Cave editó a los pocos meses el soberbio y ya mentado “The Boatman´s Call” en el 97. Necesitó cuatro años, eso sí, para recuperarse de la pájara mental que le supuso crear esta obra, y las vivencias personales que sufrió en aquellos tiempos. Y desde el 2001 que nos visitó goza de una envidiable salud creativa, tal vez un tanto dispersa. Parece difícil que se atreva algún día a grabar algo tan dañino como las “Murder Ballads”, pero nunca se sabe. Tal vez para las próximas navidades.
Nick Cave: Voz, órgano, pianos, Hammond, disparos, coro y arreglos de cuerdas
Mick Harvey: Guitarras eléctrica y acústica, bajo, órgano, órgano de viento, Hammond, batería, percusión, arreglos de cuerdas, cinturón espacial y respaldo vocal
Blixa Bargeld: Guitarras, gritos y voz
Conway Savage: Piano, órgano, voces y coro
Martyn P. Casey: Bajo y coro
Thomas Wydler: Batería, maracas, pandereta, voz y coro
Jim Sclavunos: Percusión, batería, campanas y pandereta
P.J. Harvey: Voz
Kylie Minogue Voz
Shane MacGowan: Voz
Anita Lane: Voz y llanto