
1. The Lost Centuries of the Profane Spirit of the Secular Forest (01:49)
2. Nemesis (06:39)
3. Divineness from the Forest (08:30)
4. Black Narcissus (06:55)
5. The Cabalistic Cross of the Golden Calfskin (07:11)
6. The Purpose of the Purplish Centaur (12:28)
7. Satyagraha (04:40)
8. The Shinning Beggar Behind the Veils (01:43)
9. Mara's Revelation (11:13)
10. Into the Lotus (Act I, II, III) (12:54)
Brasil ha sido, posiblemente, el país más relevante o más sonado de latinoamérica a la hora de hablar de metal, no solo por la evidente enorme figura de Sepultura, sino por la escena extrema que estalló muy tempranamente aquellos años con otras bandas como Sarcófago, Vulcano, Mystifier u otras más under como Chakal, Holocausto o Sextrash, eso sin contar con todo lo que vino después. El punto es que, Brasil se convirtió en una tierra de Metal, por lo que hay mucho material que hurgar y entre buscar y rebuscar, salen unos bichos que parecieran oriundos del rincón más exótico de la selva amazónica: los insólitos Medicine Death.
Medicine Death son una banda difícil de explicar o presentar: empezaron como una banda más de Death/Thrash de tradición brasileña y fueron mutando a un bicho cada vez más quimérico y extravagante. Luego de sacarse de la manga tres demos debutaron con un disco que parecía anunciar a sabiendas el futuro de la banda: un LP titulado “Genetic Radioactive Experiments” era una premonición del resultado de un experimento que se podría decir fallido o misteriosamente milagroso según el prisma que se mire, porque con su segunda placa, “As a Vigorous and Lustful Figure”, hacen música digna de ser proveniente del planeta Venus, y es que desde la alienígena presentación hasta la última nota musical Medicine Death ponen sobre la mesa una propuesta sumamente extraña, no porque inventen en sí un nuevo género o una manera radicalmente diferente de entender el Death Metal, sino por cómo unen diversidad de influencias tanto ajenas como propias del Metal.
Y es que desde el primer segundo de “Sentenced” la banda nos recibe de golpe, sin previo aviso, con unos extraños riffs que parecieran ir a la inversa, al son de unas guturales que se fusionan torpemente con unas impersonales e inhumanas vocales limpias, para rematar luego con unos bellos violines haciendo un batido en donde terminan juntándose cosas que en teoría no deberían juntarse, pero funcionan inexplicablemente. Con “Nemesis” van añadiendo más ingredientes a la mezcla, cambiando esquizofrenicamente el ritmo entre riffs thrashers cercanos a Sepultura y otros largos, causi dóomicos y ceremonialmente etéricos. Las transiciones son innegablemente toscas, pero dicha tosquedad en este particular caso no hace más que reforzar las sensaciones extraterrestres de la música; en apenas 6 minutos y medio sucede de todo: meten teclados, desaceleran para crear momentos preciosistas y celestiales, llueven riffs deathers, otros más thrashers, otros melódicos e incluso alguno que tira al Heavy y en el proceso meten caña que da gusto. Pero si tengo que destacar un momento en particular sería el final con aquel delicado y sentimental violín con voces femeninas complementando, que se despide haciéndolos flotar entre plumas.
“Divineness from the Forest” lejo de aclarar la duda de a dónde quieren llegar Medicine Death la agranda, porque luego de aquel hermoso final de “Nemesis” comienzan como unos cavernícolas en LSD aporreando las baterías bestialmente, para terminar desarrollando el tema en unas bizarras cabalgatas rítmicas con unos incesantes e ininteligibles guturales que parecieran estar en la lengua de otro planeta. Y para rematar van y meten unos teclados que parecieran ser efectos de sonido televisivos de suspenso, pero lo mejor del asunto es que la cuestión, como si fuera fácil, se va volviendo progresivamente cada vez más estrafalaria con un tremendo cambio de marcha en el minuto 3:18 en donde las guitarras empiezan a marcar el ritmo y las baterías fluyen con más libertad, mas es cuando entran esas melodías exóticas de ¿Sitar? o lo qué carajos sea que realmente retuercen el tema hasta límites insospechados. Sin embargo, estos muchachos no paran y es que pareciera que quisieron meter todas las composiciones de una vida en el menor espacio posible, pero lo más ridículo del asunto es que les sale bien porque aquel descolocado piano de recepción de hotel lujoso suena forzosamente ridículo sobre el papel, pero en la práctica Medicine Death hacen volteretas imposibles exitosamente.
“Black Narcissus” sigue la misma fórmula de lo anterior, pero el problema que aquí yace es descifrar cuál es la fórmula que manejaban estos muchachos. Escuchando el álbum en su totalidad se ve que, aunque no lo parezca, tenían sus límites marcados y su abanico de influencias bien claro, así como también se nota que los estrambóticos eran adrede. Puede que este experimento no sea plato de todo gusto, pero cuando una banda tiene tan claras las sensaciones que quiere transmitir y lo consigue con pericia para mí es un claro éxito. En este track se van por derroteros más progresivos, meten flautas, baterias que simulan bongos, inefables teclados y un arsenal impresionante de riffs que tal vez por sí solos no sean nada raro, pero que combinados resultan un viaje sideral intenso.
“The Cabalistic Cross of the Golden Calfskin” abre de una manera espectacular, con un arácnido riff y unas espectaculares y técnicas baterías que desembocan en un melancólico y letárgico pasaje doomer que no tarda en convertirse en un feroz torbellino donde caen salvajes blast beats sin parar. Sin embargo, el momento que termina de elevar la canción por lo más alto es esa confusa entrada de unos teclados que parecen uno de los que ponen en los canales de pronóstico del tiempo, pero una vez más por ridículo que suene escrito el resultado es demoledoramente brutal, y para rematar van los zumbados a marcarse una sesión Black Sabbathiana death metalera con la inquebrantable convicción de que esa era la manera de continuar la composición.
Llegado a este punto es inútil seguir explicando la música por varias razones: primero, porque sería como explicar lo inexplicable. Segundo, porque pasan tantas cosas y hay tantos momentos destacables que sería interminable y tercero, porque esta es una de esas obras que merece ser escuchada no contada; una experiencia que termine gustando o no al menos la tienes que vivir. Sin embargo, a pesar de todas las razones mentadas anteriormente haré el absurdo ejercicio de seguir describiendo la obra, porque aquí lo verdaderamente absurdo es el chocante y foráneo cóctel que prepararon los chicos brasileños.
A partir de “Retribution” el minutaje de los temas empieza a subir alarmantemente, y aunque me sería difícil rebatir que posiblemente se alargaron un poco más de la cuenta también me cuesta concebir a “As a Vigorous and Lustful Figure” con un minuto menos, porque sería incapaz de recortar algo. El álbum es extremadamente fragmentado, pero precisamente por funcionar como una colección de momentos sublimes es que me costaría prescindir de algo.
La mencionada “Retribution” son 12 minutazos de Death/Doom, muy en la onda de Anathema, que empieza en la onda de los primeros At the Gates y se desarrolla en un letargo atormentado que no aburre en ningún momento, que además estalla con un final ascendente que termina de poner el clavo en el ataúd perfectamente.
“Satyagraha” y “The Shining Beggar Behind the Veils” funcionan como una especie de puente hacia las épicas “Mara’s Revelation” e “Into the Lotus (Act I, II, III)”. Y aquí sí es verdad que prefiero callar antes que describir exhaustivamente, porque las dos últimas canciones me parecen las joyas de la corona y es mejor escucharlas sin saber qué esperar.
“As a Vigorous and Lustful Figure” es un disco difícil, tanto por la duración como por su condición camaleónica, pero que vale la pena descifrar y asimilar. Un álbum muy especial y, en mi humilde opinión, uno de los mayores y más ocultos tesoros (al margen de clásicos mayores, claro está) de un país tan prolífico como Brasil.
Valoración: 9.0
Pablo Ramires: Batería, Percusiones
Henrique Araújo: Guitarras, Teclados
Wilhelm Hansen: Guitarras, Teclados
Williard Scorpion: Voces, Bajo
Músicos de sesión:
Henry: Violín
Wilame: Viola
Paulo Pinto: teclados adicionales
Andrea: voces femeninas