Mastodon - Crack the Skye

Enviado por Noiserfan el Jue, 05/11/2009 - 14:11
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1. Oblivion – 5:48
2. Divinations – 3:39
3. Quintessence – 5:27
4. The Czar – 10:54
5. Ghost of Karelia – 5:25
6. Crack the Skye – 5:54
7. The Last Baron – 13:01

Qué complejo es este disco. Cuánto trabajo les ha tenido que costar perpetrar una obra tan completa, creativa y dinámica a estos cuatro mastodontes. Hace ya meses que salió a la luz el disco y hasta hoy no he sido capaz de asimilar completamente su contenido. Este disco es un buen ejemplo de cómo la evolución de un grupo puede ser positiva. Francamente, al principio se echa de menos un poco de caña bruta en algún momento del álbum, pero la calidad de cada una de las canciones es tan elevada que una vez se te cuelan en la memoria, eres más consciente de que, todos los temas en conjunto se acercan peligrosamente a la perfección. Un CD de apenas 50 minutos y siete canciones que aún hoy, tantos meses después, no ha logrado aburrirme. Y eso, hoy en día, es muy de agradecer.

Teóricamente Crack the Skye se identifica con el cuarto elemento clásico de la antigüedad. Remission fue el fuego (March of the Fire Ants o Burning Man son nombres bastante indicativos de ello); Leviathan, el agua (con toda la literatura del Moby Dick de Melville de fondo); Blood Mountain, la tierra, y Crack the Skye vendría a simbolizar el aire, si bien, visto como gas. Y es que la concepción del álbum se contempla como una mirada hacia el universo.

Como Dailor, el baquetas del grupo, explicó el aspecto conceptual del disco, no voy a hacerlo yo, sino que lo transcribo: Todo en las letras y la historia son metáforas. Encontramos un parapléjico cuya única manera de viajar es a través de los viajes astrales. De modo que sale de su cuerpo al espacio, y le sucede como a Ícaro, ya que se acerca demasiado al sol y el cordón umbilical dorado que está conectado a su plexo solar se quema, quedando a la deriva en el espacio exterior. Entonces es absorbido por un agujero de gusano y desemboca en el mundo de los espíritus, a quienes trata de explicarles que en realidad no está muerto. Estos le creen y deciden ayudarle depositando su alma en el cuerpo de Rasputín, quien intenta derrocar al Zar pero es asesinado. De modo que ambas almas salen del cuerpo de Rasputín hacia la ruptura en el cielo -de ahí el nombre del disco- y Rasputín es el sabio que intenta guiar al pequeño de vuelta a su cuerpo, entonces entra en juego el Diablo, quien intenta robar sus almas... pero hay algunos obstáculos por el camino.

O_o Casi ná, Manué. Bueno, tras esta paranoia extraterrenal, vamos al tajo:

Lejos de lo que cabía esperar el último disco no se abre con una furiosa descarga de ritmos despiadados y baterías que redoblan como huesos resquebrajándose como ya lo hicieron Blood and Thunder y The wolf is loose en entregas anteriores. Ya desde los primeros acordes se percibe un aire más relajado, más íntimo y cuidado, esa será la tónica de Crack the skye. Al primer minuto entra la voz de Brann Dailor, el batería de la banda, lo que descoloca en primer término. Los riffs a medio tiempo de fondo, y los coros hacen el resto, el tema se prolonga con ciertas variaciones hasta 4.33, cuando llega el primer cambio de ritmo marca de la casa, si bien, más relajado, con las distorsiones bajas, y que deja con ganas de más (habrá más, este es el single, el aperitivo, los juegos preliminares). Con una sensación de vaivén de olas acaba Oblivion dejando un muy buen sabor de boca, en la primera escucha cierta sensación de duda, pero a la quinta, algo te obliga a buscar la letra para poder cantar el estribillo de un Troy más lírico de lo acostumbrado.

Apenas con tiempo para asimilar el track que abre el disco, nos ofrecen magra con tomate como decimos en mi tierra. Divinations es una auténtica maravilla. Comienza con un arpegio al que todos los instrumentos se suman progresivamente hasta romper a los cuarenta segundos con la voz desgarradora de Hinds y esos coros geniales de Sanders con su No escape!. El bajo adquiere una potencia fuera de órbita a los dos minutos y medio, antesala de un punteo excelente en dos partes que enfila hacia el final del tema.

Quintessence es quizá el tema menos brillante del disco, y no por eso deja de ser un pedazo de corte, lo que ocurre es que los demás se salen del molde. Más lírico si cabe que Oblivion, la batería de Dailor vibra sin pausa bajo los acordes de Keiller y Hinds. Al minuto y medio llega el bridge con cuatro Let it go sobre un ritmo trepidante que parece ser el punto de partida de una descarga de potencia como las demostradas en los discos anteriores. Sin embargo no es así. El tema se desarrolla de forma circular y, salvando un par de breves tramos cargados de voces abrasivas que gritan un agónico Shield failure speed farewell, el cuarteto vuelve a ofrecer la fórmula inicial. Sí, te quedas un poco con las ganas, pero pronto descubres que este viaje fabuloso acaba de empezar.

Como una pesadilla redundante y líquida se desliza el inicio de The Czar, con esa atmósfera estelar que derrama el disco y que a partir de este tema se convierte en una telaraña de ritmos y coros con un aire entre místico y mágico que eleva la complejidad de las composiciones de Leviathan y Blood Mountain a un estadio superior, sólo al alcance de bandas fuera de lo habitual y sin complejos a la hora de desarrollarse. La combinación de voces del Hinds y Sanders aconsejando No te quedes, corre al Zar, abre el tema con un misterio que acentúa el halo pesadillesco que empapa todo el disco. La melodía es el alma de la primera parte de esta canción, quizá la que más magia contiene junto a The Last Baron, pieza que cierra el álbum. Tras el primer bridge se repite la estructura con apenas algún cambio en la batería -que vuelve a ser el esqueleto pétreo y sutil de toda la obra- y después, por fin, comienza la aventura en 3.45. Teóricamente aquí ha terminado Usurper y comenzado Escape, las dos primeras partes de las cuatro que componen la larga canción. Un cambio limpio y largo acaba con una serie de riffs de logrado efecto rítmico, bastante inusuales, con una batería que por momentos parecen dos, y una mezcla de voces que se ha convertido en sello inconfundible del cuarteto. Este ese el mejor ejemplo de cómo puede hacerse metal con buen gusto, con clase, con fiereza, y sin necesidad de subir las distorsiones de cada uno de los instrumentos hasta el límite auditivo, sino llenando el silencio con guitarras pegadizas, acompasadas y loops de bajo creativos. Los teclados aportan un toque de dramatismo que redondea más si cabe el impecable resultado de producción. Obra de arte. No existe otra definición. La fórmula vuelve a repetirse hasta recién comenzado el minuto séptimo, donde comenzaría Martyr, fragmento donde aparece por primera vez la frase Crack the Skye y que se compone casi exclusivamente de un pequeño estribillo y un solo de una profundidad y una clase excepcionales que se desliza sobre un hilo hipnótico y embriagador y vuelve a Don't stay, run away del inicio, es la cuarta parte del tema al que denominan Spyral, imagino que por el sentido de circularidad que aporta el volver al comienzo de la canción. Atmósfera en fade para dar paso al quinto tema:

Ghost of Karelia. Sigue los mismos derroteros que el tema predecesor, se abre con un riff denso y delicioso que parece compuesto por un goteo metálico y acoge una suplicante voz de Sanders por dos veces. La atmósfera de horror está perfectamente lograda, y la letra apela a ello (Nueve ojos coléricos nueve fijan la mirada en cráneos llenos y enlazados de sangre). De pronto el arpegio suave y con una arritmia caótica se desmorona (atención especial a la escala entre 1:21 y 1:26...), y la oscuridad se cierne sobre nosotros: Dailor golpea su doble bombo de forma sutil, dejando espacio a las guitarras para que se alineen en torno a las voces. A riffs convertidos en latigazos llegamos a la parte central del tema, que concisamente se convierte en un bruto punto álgido para deshacerse de nuevo en la primera estrofa. Otro tema genial sacado directamente de la chistera.

Musicalmente Crack the Skye es otra nueva muestra de la madurez y la evolución que el grupo ha conseguido a lo largo de los años. La voz principal la aporta el amigo de la banda y cantante de Neurosis, Scott Kelly. La estructura sigue lo demostrado hasta el momento a lo largo del disco: limpios acordes de guitarra, perfectamente ensamblados en los golpes de batería y guiados por el bajo, que van creciendo en intensidad hasta reventar en un ritmo oscuro, lento e intenso, al que la voz de Kelly se adapta a la perfección. Los coros envueltos en un riff circular aportan luz al tenebroso clima logrado por la voz del neurótico, y el bridge I can see the pain / It is written all over your face, servirá en la segunda ocasión de pasarela hacia un extenso y exquisito solo -doblado por una voz sampleada- que se prolonga hasta 4:25, envuelto ya en el trepidante ritmo principal. El ambiente místico se eleva en este tema hasta la cima del álbum.

Por último, llegamos a The last baron; un pedazo de canción de 13 minutos que condensa la técnica y la fuerza mostrada a lo largo de los seis cortes anteriores. De nuevo los instrumentos mecen la voz de Hinders -que logra un dramatismo genial- durante los primeros dos minutos y medio, hasta que el grupo se desata y comienza a demostrar de nuevo su capacidad única para descargar una potencia controlada y técnica fabulosa. Como si se tratara de un segundo tema, en 3.12 arranca un pedazo de riff que promete gresca, socorrido genialmente por la batería de Dailor, pero finalmente el arreón se calma y da paso a un nuevo ritmo frenético y apocalíptico con coros que erizan el vello de la nuca. El desenlace que sigue a la evocación a The last baron y de un suplicante Will he save me? nos lleva a la parte más metalera de todo el disco, a lo que estábamos esperando durante tres cuartos de hora, al cenit de Crack the Skye: las guitarras atronando, las baquetas de Dailor completamente desbocadas y medio minuto de auténtico virtuosismo instrumental. Otra nueva muestra de exhibición en la coordinación de los instrumentos, del caudal creativo del cuarteto de Atlanta y de clase a la hora de materializar las ideas. Detrás se intuyen muchísimas horas de disfrutado curro.. La crudeza de las diversas texturas de las guitarras y el efecto de los coros bien merece el reconocimiento al trabajo del productor Brendan O'Brien. Como broche final, el octavo minuto lo domina un auténtico deleite de ritmo, ágil y cañero, de los que hacen mover la cabeza hasta a una estatua, y que da paso a la parte final del tema coronado con un soberbio solo de Hinders, que flota como un bote en medio del tsunami que conforman el resto de los instrumentos y que, como todas las tormentas, acaba por deshacerse en un silencio. Quizá el más triste de los silencios, el que sigue a un disco de tamaña calidad.

En conclusión, una de las obras más completas que he escuchado. Sin exageración. Entretenido, envolvente y tremendamente creativo este Crack the Skye no supone exactamente una ruptura en la progresión de Mastodon, sino más bien un paso adelante, una vuelta de tuerca a su propia concepción musical. Sinceramente, creo que cinco cuernos es una puntuación que se queda corta para este trabajo.

Nota 1.: Existe la versión instrumental íntegra del disco. No tiene desperdicio.
Nota 2.: Skye era el nombre de la hermana de Brann Dailor, que se suicidó a los 14 años y a quien la banda homenajea con este trabajo.

Troy Sanders - voz y bajo
Brent Hinds - voz y guitarra
Bill Kelliher - guitarra
Brann Dailor - batería
Rich Morris - teclados
Scott Kelly - voz en "Crack the Skye"

Sello
Reprise Records