Holocaust - Hypnosis Of Birds

Enviado por Kaleidoscope el Dom, 16/12/2018 - 16:46
1220

1. Hypnosis of Birds 07:35
2. The Tower 07:53
3. Book of Seasons 02:21
4. Mercier and Camier 03:01
5. The Small Hours 07:08
6. Into Lebanon 05:10
7. Summer Tides 02:57
8. Mortal Mother 04:19
9. Cairnpapple Hill 02:03
10. In the Dark Places of the Earth 06:43
11. Caledonia 04:02

Disco completo

Es muy común que al escuchar una banda uno se quede con uno o dos discos y sin ninguna razón no explore el resto de su discografía. A veces por no escuchar más álbumes pensando que ya escuchamos lo mejor es un craso error porque más de una vez alguna banda sorprende con un disco aparentemente discreto, enterrado en una montaña de polvo.

Holocaust fueron una icónica banda de NWOBHM que sacaron uno de los discos más destacables del movimiento: “The Nightcomers”. Lo normal sería asumir que, luego de un segundo disco flojo, la banda ya dio todo lo que tenía que dar en su debut. Era muy común que muchas bandas de la NWBOHM dieran todo en su placa de estreno y luego se desinflaran rápidamente, así que asumir que con Holocaust había pasado lo mismo no era tan errado ¿No? Jojojojojo, pues no podría haber estado más equivocado.

La banda luego de un segundo larga duración flojo y discreto tuvieron un hiato de 5 años hasta sacar un EP titulado “The Sound of Souls”, cambiando a un estilo distante al que practicaban originalmente, con influencias de Voivod e ideas muy frescas, dando comienzo a su era progresiva, la cual mantienen hasta el día de hoy.

Después de otros tres años sin lanzar nada más, aterrizaba la tercera placa de los ingleses, “Hypnosis of Birds”, y siendo sincero, de una antigua banda de NWBOHM con actividad irregular que sacaba un disco en el 92, con una portada ultra sosa y poco inspirada, no esperaba prácticamente nada, pero una vez más estaba equivocadísimo: desde el primer segundo mis pelos se pusieron de punta. Un riff mastodóntico, con una producción algo pobretona, pero increíblemente precisa y llena de SENTIMIENTO (en mayúsculas de mayúsculas) me cautivó. La guitarra sonaba desolada, triste, nostálgica, era como una voz más. Un riff de Doom que se sentía realmente oscuro, pero no por sonar lento y tener una afinación grave, desde la primera instancia supe que esto era más que común Doom Metal. Ya cuando empieza a cantar Mortimer arqueo la ceja al ver que su estilo de canto energético era inexistente, en cambio me encontré con una voz increíblemente desafinada que te atravesaba el pecho como una lanza, estaba ante la perfección de la imperfección; una producción rara, algo cacharrera y una voz con cero técnica, pero que al igual que Ozzy, pegaba a la perfección con el conjunto, aportando un halo de misterio y magia muy cercana, como si estuviese escuchando a la banda de un amigo tocando frente a mí.

El sonido de la canción homónima no sabía ubicarlo, sonaba a Black Sabbath, a Doom Metal, pero tampoco terminaba de sonar del todo Doom; había hasta cierto tufo a Rush, pero salidos de un sótano, el cantante era más cercano al post-punk que el heavy y el tema consistía de un monstruoso y enorme riff que daba pasos agigantados, ascendiendo in crescendo hasta explotar con un riff que sonaba a shoegaze antes que a metal, pero lo mejor del caso es que todo esto no viene a la mente, sino una vez que hayas escuchado el disco por lo menos unas cincuenta veces, porque “Hypnosis of Birds”, a pesar de agarrar influencias de muchísimos lugares, suena muy coherente, homogéneo y propio, dando un cóctel de emociones que, a día de hoy, no he conseguido en ningún otro disco ni creo que lo haga, porque fervientemente creo que este disco es uno de los más íntimos, sentimentales y puros de todo el metal. Puede parecer que haga esta afirmación a la ligera o que esté vendiendo la moto exagerando la cuestión, pero es que solamente con la primera canción uno se da cuenta que este es un disco especial, inconcebible a día de hoy.

“Hypnosis of Birds” es un disco que posiblemente no atraiga a la primera, pero les aseguro que pocas veces uno se puede sentir tan cercano al músico, porque sí, están las grandes óperas de Pink Floyd o las obras maestras de Iron Maiden, pero su pulimiento y perfección evidente hace verlos inalcanzables. Cuando uno escucha ese “We Croosss the RubicooooOoOoOn” con esa voz tan temblorosa, mundana y poco entonada ya la música no se siente como una fantasía que te transforma fuera de la realidad, sino que se siente una parte de ti, como si esas emociones las hubieses imprimido tú y esa sensación es algo que yo solo he sentido con la voz de Phil Lynott y la de Mortimer en este álbum. Es una experiencia muy íntima, cuasi personal, uno de esos tesoros que te guardas para ti y son solo para ti que, tal vez no conecte con grandes masas, pero que cala muy hondo, tal vez demasiado hondo con quien haga “click” con la obra.

La percepción del “progresivo” de Holocuast es muy orgánica y logra sonar grandilocuente y enorme sin sonar pretensioso, lo cual parece fácil, pero es extremadamente difícil. Hay complejidad, pero no hay onanismo, ni exhibicionismo, toda progresión o idea fumada está en pro de transmitir un sentimiento de la manera más precisa posible, mas no para alardear creatividad o habilidad compositiva. Si tuviese que describir el álbum en su totalidad sería como un oxímoron: a veces suena como la depresión más profunda y al mismo tiempo suena como una oda al optimismo, también suena como música post-apocalíptica, pero luego suena como el comienzo de un nuevo mundo lleno de esperanza, algunas veces suena complejo e intrincado para al mismo tiempo suena a tan sencillo como los tres acordes que toca cualquier banda de punk en un bar de mala muerte. Sé que la descripción no suena atractiva y que, en palabras, la cuestión suena más bien carente e indefinido, pero el disco, inexplicablemente, a pesar de sonar amateur, poco pulido y sobre el papel, nada atrayente el disco suena perfecto: no sobra una nota, no sobra un segundo y no hay nada que se pueda mejorar porque, como dije anteriormente, esta es la perfección de la imperfección en todo su resplandor.

Luego de una experiencia única, pero a la vez muy familiar como lo es la canción homónima es complicado mantener el nivel o saber qué viene. “Hypnosis of Birds” sonaba deprimente, oscura y nostálgica, aunque no de manera unidimensional, puesto a que la depresión no es algo de una dimensión, también existen momentos en los que uno no recae y que cualquier atisbo de felicidad se siente como el momento de más gozoso de tu vida. “The Tower” comienza con una melodía muy alegre acompañada de una voz tímida, inadaptada, que temblorosamente mantiene su felicidad por unos momentos hasta que invade la paranoia, la ansiedad y la canción se torna en la banda sonora del apocalipsis. Todo se empieza a caer en piezas, las voces se tornan imponentes, como un coro de ángeles y trompetas anunciando el principio del fin. “The Tower” es extremadamente complejo y técnico, pero en ningún momento se siente sobrecargado o postizo, hasta llega a sonar un violonchelo para elevar la tensión a la estratosfera y luego liberarla, como el pico de una montaña rusa, pero lo mejor de dicha sección con el chelo es que no suena a un elemento ajeno a la música, ni tampoco a una extravagancia caprichosa, sino más bien algo NECESARIO para que la canción sea posible. El final da escalofríos por todo el cuerpo, da grima, se siente como si de verdad todo se acabó, como si me ahogara en mi propia respiración. Holocuast logran, con muy pocos recursos, sonar más grandes que toda una orquesta: Mortimer pega alaridos descarnados recitando un verso poético muy introspectivo que implora e implora, con susurros agonizantes y desesperados de fondo que dicen constantemente “Rejection, rejection”, haciendo que el oyente sienta en carne propia lo que sentía John Mortimer en ese momento. Mortimer pedía y pedía (Crave, crave) y todo le era constantemente rechazado:

“(Rejection, rejection)

Crave the lovers
Crave the chariot
Crave the queen of cups
Crave the knight of swords
Chance the devil
Crave the judgement
Crave the tower”

Cada “CraaaAAAAaaaave” es como un golpe en seco en el corazón y es que el FEELING que desprende “Hypnosis of Birds” es indescriptible.

“Book Of Seasons” saca a relucir otra vez la inspiración y creatividad de la banda en el 92. Riffs disonantes incesantes perturban al oído y unos constantes “Sun and Moon” que se fusionan con unas flautas crean una atmósfera extremadamente inmersiva. Una canción que demuestra que para ser progresivo bastan dos minutos y poco más. Ojalá la gran mayoría de bandas de metal “progresivo” se dieran cuenta de ello.

“Mercier and Camier” empieza con una cita de Samuel Beckett que dice tal que así:

"Solo, vio que el cielo se apagaba, la oscuridad se hizo más profunda. Mantuvo sus ojos en el horizonte envuelto, porque sabía por experiencia lo último que era capaz de hacer. Y en la oscuridad también podía escuchar mejor, podía escuchar los sonidos que el largo día le había ocultado, murmullos humanos, por ejemplo, y la lluvia sobre el agua ".

“Mercier and Camier” es como un cóctel de emociones. Riffs alagres se intercalan con otros disonantes y agresivos, un espléndido bajo que suena a New Wave está presente todo tema y las baterías deleitan con redobles de cencerro y dinamismo impresionante, ya no sé si quiera si estoy escuchando Heavy Metal, Metal progresivo o siquiera metal, pero todo ello queda relegado a un segundo plano porque deja de importar qué es esto, sino lo que siento y es cuando la música te cautiva de esta forma que sabes que es algo sumamente especial. Una vez más, en tres minutos, el grupo suena más complejo e intricado que la mayoría de canciones de 20 o 15 minutos de metal progresivo que intentan impresionarte, pero aquí tampoco importa el sonar o no complejo, lo que importa es que eso fue lo que salió del alma de tres músicos tal cual y como lo escuchamos, y sé que aquí estoy cayendo en conjeturas, pero esta música habla y no puedo ignorar sus palabras.

“The Small Hours” es un tema que nació en una grabación en vivo (“Live (Hot Curry & Wine) y que sería versionada por Metallica en “The $5.98 EP – Garage Days Revisited”, cuando aún eran jóvenes hambrientos por la música. Las pequeñas horas comienzan amargas, funebres y tétricas para dar paso a un riff tembloroso y llegar al clímax con un estallido thrasher que suena mucho más contundente que el Thrash corriente por el contexto de la canción y todo ello recordando que “The Small Hours” en realidad nació en 1983.

A partir de aquí me es difícil evitar describir toda la obra, pero es que cada vez que hablo de ella quiero hablar de cómo cada segundo me pone los pelos de punta y cómo me transporta hacia los rincones más abandonados de mí mismo. El cómo el comienzo lento de “Into Lebanon” que se retuerce y se distorsiona cada vez más suena a la pura rabia contenida, pero luego sufre la metamorfosis de una bella crisálida a mariposa y la emoción rebasa los límites que mi cuerpo puede soportar con esa sección instrumental que precede los sentidos “Into LebaanOooooooOoOoN” y luego su final, oh su final...ya aquí las palabras se tornan inútiles para describir el paisaje que evoca la música. Qué decir de la reposada, delicada y mágica “Summer Tides” que cautiva a niveles insospechables con una sencillez y sensibilidad que remite al Nick Drake más susceptible e indefenso, pero sin el halo de depresión, sino más bien de júbilo, pero que a su vez termina con esa nota tensa que desarmoniza y causa incertidumbre.

Prometí que no mencionaría todos los temas y eso trataré de hacer, pero no puedo irme sin hablar de “Caledonia”, el que posiblemente sea uno de las canciones que más me ha cautivado en mi existencia junto con “Parents” (Budgie), “Epitaph” (King Crimson) o “Strange World” (Iron Maiden). “Hypnosis of Birds” es un disco perfecto a su singular forma, pero “Caledonia” va más allá de la “simple” perfección. No me explico cómo un tema transmite tanta energía vital, como si todos los músicos hubiesen dejado un pedacito de su aliento de vida ahí. Lo que suena es bellísimo, sin hacer uso a prácticas prefabricadas para conmover, sin adornos y sin temer mostrar sus costuras e influencias. “Caledonia” suena a algo que hubiese escrito Rush con equipos musicales precarios, pero es precisamente la producción con guitarras con feedback salido de una radio mal sintonizada contrastando con la nitidez del bajo y el pletórico John Mortimer dejando todo su ser impreso en cada palabra que entona. “Caledonia” es una de esas canciones que son más que canciones, trascienden el término y posiblemente sea una opinión personal, pero “Caledonia” es capaz de conmoverme profundamente sin importar cuándo y cuántas veces la reproduzca.

Sinceramente quisiera seguir escribiendo y escribiendo sobre “Hypnosis of Birds”, pero por más que trate jamás le haré justicia o tan siquiera me asomaré a transmitir una limadura de uña de lo que me estremece este álbum. En las venas de este álbum fluye la sangre sin filtrar y sucia, el corazón del pájaro hipnótico hace eras dejó de palpitar con toda su fuerza, ahora está en la tierra moribundo, volviéndose uno con la naturaleza sin distinguir de dónde viene o con qué se mezcla.

Ciertamente “Hypnosis of Birds” no es un disco que agrade al que espere escuchar Metal porque trasciende más allá de la etiqueta, al punto que me es imposible encapsularlo en un género por lo ecléctico que es. Sin necesidad de hacer mezclas extravagantes a cada cual más heterogénea que la anterior para impactar al oyente este “Hypnosis of Birds” suena más variado que cualquier disco de “Avant-Garde” y más definido que un disco de Heavy Metal arraigado en la escuela de Judas Priest.

No sé muy bien cómo ponderar este trabajo de Holocaust, solo sé que cuando lo escucho me desprendo de cualquier rastro de objetividad y también sé que es un disco imperfectamente perfecto, extremadamente humano, el cual no será trascendente en la escena musical, pero ahí entre las sombras este álbum sobrepasa todo tipo de barreras.

El mismo John Mortimer describió su álbum de manera muy certera:

"Es extraño cuando te metes en el alma de ese álbum: es oscuro y reconfortante, deprimente y catártico al mismo tiempo"

Y en el tema de las letras no entro porque si no nunca termino...solo recalco que valen la pena muchísimo y que son otro viaje por sí solas.

Valoración: creo que mis palabras lo dejaron bastante claro...

John Mortimer: Guitarras, Voz
Steve Cowen: Batería
David Rosie: Bajo

Sello
Taurus Moon