
1. El Mejor Amigo De Nadie
2. Vivir Es Una Ilusión
3. ¿Por Qué?
4. Buena Suerte
5. No Soy Igual
6. Miserable
7. Perdóname
8. Denuncio A Dios
9. No Me Arrepiento
10. Mi Nombre Es Yo
11. Lárgate Despacio
Siendo el primer y único grupo español por el que aposté fuerte en su tiempo, y tras aquel Insomnio (1998) que me enamoró por su magistral mixtura de furia y emotividad, los madrileños Hamlet retornaron, estrenando nuevo milenio y nuevas sensaciones con El Inferno.
Con aquel nuevo trabajo la banda daba un paso más en esa constante evolución disco a disco que fue transformando su iracundo y contestatario Hardcore en una cuidada fórmula sónica de propia cosecha, donde el ámbito musical y lírico mutaban y se fundían para dar vida, alma y músculo a un ente tan devastador como conmovedor, el ente de la esencia Hamlet, de bruscos cambios de humor e intensidad que te estremecen en sus sabios y pasionales arrebatos, todo ello flanqueado por los riffs más demoledores y adictivos que parió la escena española en cuanto a Metal se refiere.
El combo madrileño repetía productor con Colin Richardson (Machine Head, Fear Factory…), que a diferencia de la sequedad y compactibilidad que dio a Insomnio, maleabilizó y oscureció esta vez la atmósfera sonora, creando el ambiente idóneo para un álbum donde la banda se volvía más profunda, más introspectiva en las letras, mostrando una madurez que dejaba ya muy atrás a aquellos ‘jodidos fachas’ y ‘nazis cabrones’ con los que tan explícitos se mostraron desde su anterior álbum hacia atrás, convirtiéndose así en una banda que ya definitivamente había que tomar en serio, pues escarbaban en las miserias personales y dejaban un poco de lado la denuncia social, odioso cliché del Metal español que Hamlet superó para reinar en el panorama con el status de una banda internacional.
”Defender lo que nadie ve,
El mejor amigo de nadie…”
Cuando entramos en la fantasmal senda que abre El Mejor Amigo De Nadie nos damos cuenta de esa nueva dimensión en la que nos sumergía la banda, con esa melodía-bucle que en cambiantes frecuencias nos hipnotiza junto a perezosos arañones de bordón, entrando melosa la voz de J. Molly con su metafórico mensaje, hasta que explotan las guitarras y nos suben a ese cielo artesanal de metal fundido que forjaron ellos, pues digan lo que digan, una de las mejores cosas que le ha pasado al Metal español en toda su historia han sido las guitarras de Hamlet y sus apabullantes riffs.
Este primer corte encrespó mis vellos cuando sonó por primera vez en mis auriculares, siendo una canción que pese a no revelar explícitamente en su letra a quién ataca, hace uso de frases clave que anudan tu garganta las entiendas desde la perspectiva que sea, entonadas por Molly con esas sinuosas líneas melódicas que él interrumpe propiciamente con desgarrados gritos, todo ello salvaguardado por el salvaje mecer de esas colosas guitarras de Luís Tárraga y Sánchez, que enlazan uno por uno una galería de gemelos riffs que, incluso haciendo uso en algún momento de escalas pentatónicas, éstos no dejan de autentificar ‘a pleno bordón’ la indiscutible paternidad de sus creadores, pues pese a las críticas que recibieron estos músicos de ser copias de grupos como Deftones, tales riffs y tal forma de acunar en ellos semejantes textos, melodías y sentimientos no lo ha logrado ninguna de las bandas que bebieron o malbebieron de las fuentes de Pantera, y obviamente hablo a escala mundial. Hamlet son Hamlet, es más que obvia su naturaleza única en el movimiento, y más aún en este álbum que nos ocupa, donde definieron su personalidad como nunca hasta la fecha.
Vivir Es Una Ilusión rompe vivaz en un amplio riff florecido de matices, hasta que la canción frunce el ceño en prietos y toscos riffs para dar paso a la voz. Aquí la letra nos vuelve a estremecer por su desesperación, narrada por un ego que ha “tocado fondo”, “hasta sentir que ha llovido sin mojar”. El cenit de esta segunda pieza lo preludia el calmo pasaje que susurran las guitarras, concediendo pista a un aturdido Molly que emprende un murmurado interrogatorio a la nada desde su abismo de tristeza y solitud, con frases como ”¿Puede alguien escuchar?, necesito hablar”, hasta que deja en el aire como último recurso un ”¿Puede alguien ayudar?” con el que las guitarras van acentuando intensidad, hasta que de un hiriente y afligido grito, Molly invoca al estruendoso riff con el que renace la tralla, siendo ese momento uno de los subidones más memorables de toda la obra, rebosante de coraje y sentimiento. Emocionante, siempre contuve la respiración para recibir de lleno ese divino fusilamiento.
”Quisiera ser el Más Allá,
Despertar a la libertad,
Resucitar, sobrevivir… y vengar”.
De ¿Por Qué? destacaría su bello estribillo arriba transcrito, que tan melódico pero no exento de fuerza en su mensaje, contrasta muy bien con esa vorágine de riffs nasales que nos dentellean durante el verso. El plástico sigue rotando para horadarnos el cerebro con Buena Suerte, el tema más rudo y conciso del álbum, un compendio de riffs dementes que nos avasallan en su forzudo ciclón hasta dejarnos tan saciados como exhaustos, siendo esta breve pista el único leve recuerdo de sus obras predecesoras.
El espectro cambia con el titánico adagio de No Soy Igual, que nos baña de denso riff y nos mece en señorial paso, como un priestiano Never Satisfied del siglo XXI que nos hace sentir aquí a un Molly de exquisitas tesituras, que entre el frondoso cortinaje eléctrico de las cuerdas de Tárraga y Sánchez, nos embelesa y compunge narrando en sotto voce su lucha interna por ser uno mismo, evitando ser contaminado por los prejuicios del prójimo, hasta que en su recta final, y siendo ello una fórmula usual y siempre bienvenida en la obra, el cantante desvela el estribillo para proyectárnoslo ceremonioso, y cambiante al añadir en su segunda mitad frases anexas que varían la melodía y temperamento de éste, desembocando toda esa sensación de una forma inesperada y apasionante. Exacto, ‘no son iguales’… a nadie.
”Hay esperando un silencio,
No lo queremos pensar,
Quizás porque ya conocemos
Que un día nos ha de callar…
… Para siempre jamás”.
- Perdóname
Después del delirante Miserable, amanece a fuego lento la fúnebre tonada de Perdóname, un titánico abrazo de melancolía que nos envuelve, notándose en él sonidos y matices instrumentales del Marilyn Manson más abisal en clave de balada, el mismo que, además en aquel mismo año, lanzó esa sentimental tiniebla llamada Holy Wood. El vocalista pide a susurro y grito el perdón de un ser querido, un ser querido que ya no está en este mundo y que cuando estuvo no recibió el amor que merecía, ni las buenas palabras que ya tardías emergen de la angustiada voz de Molly, voz que a veces filtrada, nos estremece con esa psicofónica línea de ”Te siento entre nosotros, por siempre jamás”, haciendo de esta canción una musicada sesión espirita en la que la banda nos hace partícipes y testigos, contagiándonos su misterio y emoción. He aquí uno de los mejores ejemplos de la profundidad a la que llegó la banda, y uno de los mejores cortes de este íntimo infierno hecho música que esta genial banda desenterró para nosotros.
Reanudando la tralla, Denuncio A Dios es como si fuera una segunda parte de Perdóname, siendo transformada la apenada calma en la iracunda tempestad nacida tras la pérdida de esa persona que antes era invocada, pero siendo esta denuncia al Creador un ataque más genérico, aunque perfectamente asociable al tema anterior. Desgarrado pero melodioso nos es revelado el estribillo, uno de los más efectivos y accesibles de esta pasional obra, muriendo el tema con heroicidad y fiereza para dar paso al tonelaje parsimonioso de No Me Arrepiento, que cumple el mismo patrón rítmico y lírico de No Soy Igual, pero mostrándose éste menos benévolo y más áspero y contestatario que aquella quinta pista. Molly narra entre dientes y a título personal toda la presión a la que nos somete la sociedad, que nos analiza, examina y subestima hasta que nos hace pensar a veces, por un momento, que no valemos, bien sea por no conseguir ciertas cosas a la que el egoísmo aspira o simplemente por ser diferentes al resto.
Y después de narrar rauco todas las miradas francotiradoras por encima del hombro del prójimo hacia él durante años, Molly recibe un baño más emotivo de música para con tono más sentido hundir en nuestras almas ese estribillo, que como las buenas cosas, se hace esperar hasta el final de la pieza, contraatacando a todo lo anterior citado con un ”Ahora sé en lo que creer/Y no me arrepiento/Seguiré creyendo en mí/Y no me arrepiento…”. Un festín de sentimiento a mayestático paso de gigante.
”Ningún aviso de reclamación,
Porque ahora mismo mi nombre es Yo…”
¿Y qué decir sobre Mi Nombre Es Yo?, donde cada “Yo” es lanzado hacia nosotros como por un lanzallamas de boca de Molly, rompiendo éste su voz al turbulento son de ese magmático torbellino que mugen las guitarras, alzando la canción su coraje de una forma soberbia, para adormecerse en su ecuador al más puro estilo Hamlet y así luego renacer con más furia y sentimiento, arremetiéndonos el vocalista con ese ”Bajo presión logré salir, bajo presión he llegado hasta aquí”, desbocando a continuación los hachas su simétrica y gigantesca desbrozadora de riff para, al ritmo apisonador de Paco Sánchez, despedir el tema con los desgañitados estribillos finales. Una canción que escucharla es cabalgar sobre ella, soberbia.
Tras la presta traca final de Lárgate Despacio, de adictiva dinámica y suculentos riffs, Hamlet terminaban de presentar un álbum que en su época me hechizó y conmovió a cotas que ningún grupo español logró desarrollar en mí, por lo que este trabajo siempre lo tendré quizá a una altura que muchos no situarían, pero que la veo más que merecida, y meritoria viniendo de mi península ibérica, cuya escena metalera jamás me llenó como lo hizo el panorama extranjero.
Bien valió la pena prestar atención al Metal de mi país natal, pues los frutos autóctonos hay que defenderlos con dignidad ante el Mundo, y Hamlet es una de las bandas clave para defender el Metal español, un movimiento que a las puertas del siglo XXI emprendió una innovadora senda lejos del Hard Rock y Heavy Metal tradicional que abrió Barón Rojo (aunque a mucha honra, obviamente), evolucionando y ampliando perspectivas gracias a grupos como Sôber, Ktulu, Narco, Soziedad Alkohólika y estos madrileños que protagonizan la reseña, que fueron, son y serán la maquinaria ríffica más poderosa y a la vez sentimental que conocieron tierras ibéricas.
J. Molly - Voz
Luís Tárraga - Guitarra
Sánchez - Guitarra
Augusto Fernández - Bajo
Paco Sánchez - Batería