Devin Townsend - Empath

Enviado por NalgaDePavo el Dom, 31/01/2021 - 21:24
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1.Castaway
2.Genesis
3.Spirits Will Collide
4.Evermore
5.Sprite
6.Hear Me
7.Why?
8.Borderlands
9.Requiem
10.Singularity

Alrededor de tres años atrás, uno de mis canales favoritos relacionados con el rock y el heavy metal acababa de subir un vídeo que por su título me llamó la atención: “Great Metal Guitar Moments”, un recopilatorio de secciones de guitarra que él consideraba dignas de ser mencionadas y compartidas. Una vez decidí ponerme a verlo, me quedé totalmente embobado desde el primer momento. La canción que daba inicio era “Deadhead”, un himno absoluto dentro de la discografía de Devin Townsend, un artista que hasta aquel momento se había mantenido desconocido para mí pero que me despertó un interés enorme . Una vez comencé a indagar en su discografía, poco a poco fui devorando todos sus trabajos y actuaciones en directo, convirtiéndose por méritos propios hasta el día de hoy en mi artista favorito. Una vez llegó a mis oídos la noticia de que un álbum nuevo iba a ser lanzado 3 años después de Trascendence, mi expectación era enorme: si un artista de estas características lanzaba grandes trabajos cada 1-2 años, ¿qué habría sido capaz de componer con todavía más tiempo a su disposición?. Esta sensación no hacía más que acrecentarse no tan solo con los lanzamientos de los distintos singles, sino que además este trabajo iba acompañado de una serie de diversos capítulos en Youtube del proceso creativo que había detrás de Empath. En estos videos no solo podíamos escuchar conversaciones telefónicas de él junto a Mike Zimmer, sino que además pudimos ver la contribución de tres baterías distintos para crear diferentes sensaciones dentro del disco (estilos free-jazz, progresivo y metalero), la colaboración de un coro femenino, de una orquesta sinfónica… todo esto sumado a la libertad compositiva total de los diferentes miembros implicados en el proyecto, transmitían muy buenas vibraciones con respecto al posible resultado de todo el trabajo… pero, ¿habría merecido tanto tiempo de espera?.

Castaway da comienzo con los relajantes y paradisíacos sonidos marítimos de las olas rompiendo suavemente contra la costa, marcando la inconsciente llegada del personaje del álbum a la isla dualista que es la mente humana (una especie de terapia para el propio artista). Este será el eje central sobre el que gire el álbum, específicamente sobre el entendimiento emocional. La adición de una suave y elegante guitarra que acaba envuelta de otros instrumentos de tinte caribeño y tropical, refuerzan la analogía presentada. Bien entrado el final de la canción, comenzamos a escuchar un coro femenino que nos lleva a nosotros y al protagonista por un confuso viaje místico, representativo de los valles inquietantes e incómodos de la crisis existencial.

Toda esta sensación de duda y desconcierto no hace más que acrecentarse exponencialmente con Genesis, el resumen perfecto de lo que es y será todo este viaje a través de la empatía humana. Y no es para menos, ya que con tal de poder pararse a conocer y a entender a otro individuo, todo tipo de sensaciones tienen que ser procesadas y aceptadas: desde las más deseables hasta las más desagradables. Todos estos estadíos intermedios del espectro emocional son los que permiten el escape de la comodidad de la dualidad entre el bien y el mal, aquellos que acaban por definir a una persona que inevitablemente acabará fluctuando entre lo correcto y lo que no. El origen de la comprensión ajena es difícil de alcanzar y de asimilar, pero es plasmado por todo tipo de estilos aparentemente contradictorios entre sí en un primer momento, pero que, como la sensibilidad humana, coexisten en una inexplicable armonía: samples electrónicos, coros, voces rasgadas, blasbeats deathmetaleros, música de recreativa, sonidos de animales, ritmos funkies… Hay tantas capas de sonidos por momentos para analizar, que uno no pensaría que en 6 minutos de canción pudiera descubrir nuevos detalles con todas y cada una de las reescuchas. A su vez, toda esta locura sirve para reafirmar la excelencia y madurez musical que ha alcanzado Devin Townsend con el pasar de los años, dejando al descubierto todas las influencias que han derivado en quién es como artista y como persona: la estúpida brutalidad de Strapping Young Lad, la grandilocuencia y majestuosidad de DTP...

Spirits Will Collide curiosamente se mantuvo como una canción bastante irrelevante para mí dentro del conjunto la primera vez que fue publicada. Consideraba que se estancaba dentro de la seguridad de sus últimos trabajos: un muro sonoro como marca de identidad para potenciar todavía más la epicidad de la música. Lejos de ese punto de vista, la complementación del coro con Townsend me parece muy bien ejecutada: mientras las voces femeninas marcan un mensaje crudo y desesperado en un estilo new age, reminiscente de artistas de la talla de Enya, aquello que canta Townsend es un mensaje de esperanza y de superación, pero no ceñido a la visión de "la vida es color de rosa y todo es bonito", sino orientado a la aceptación de que el mundo es un lugar confuso y hostil, reforzado tanto por el coro que le acompaña durante el estribillo (el bien) como por los guturales que se oyen de fondo durante este (el mal); elementos que nunca desaparecen por completo.

Temáticamente, Evermore sigue de cerca el punto de la canción anterior, pero esta vez desde la perspectiva de la primera persona. En la repetición inevitable de las tendencias autodestructivas, la aceptación de los errores propios es lo único que puede llevar al autoperdón, uniéndonos a todos como seres con un mismo valor individual.; la colisión entre cada universo que representa a cada persona. La mezcla de texturas y emociones se presenta confusa: desde un riff introductorio carente de distorsión pero decididamente agresivo que recuerda a álbumes como Ki, pequeños momentos acústicos, momentos totalmente vocales, un bajo juguetón y melódico… el flujo entre los diferentes grados de intensidad se produce tanto de forma progresiva por momentos como de forma totalmente súbita, sin seguir un patrón determinado que dicte cierto orden. Esto sumado a momentos no conclusivos y a notas aparentemente incoherentes, confirman la naturaleza salvaje de la temática lírica.

Con la participación de Ron Getgood en la introducción, Sprite nos presenta la idea de que todos estamos tristes. Independientemente de nuestro estatus social tenemos algo que nos mantiene rotos por dentro, hablemos de personas que consideremos robots sin emociones, o monstruos que creamos actúen únicamente en beneficio propio. El mensaje se mantiene positivo como se viene dando durante el resto del trabajo, invitándonos a levantarnos y encontrar nuestro propio santuario y paz individual. La música acompaña de tal manera a la letra que nos sentimos en una historia de dibujos animados, confirmando que la importancia que le damos a estas emociones es mucho mayor de lo que deberíamos, teniendo que tomarnos menos en serio y comprender que no somos los únicos que deben y están pasando por ellas. La tranquilidad comienza a desvanecerse progresivamente bien entrados tres cuartos de la canción, con frecuentes apariciones de frecuencias graves del bajo, simbolizando la falta de claridad mental y descendiendo lentamente a la locura de lo que será la siguiente canción. Sonidos electrónicos aleatorios, percusión errática, susurros maléficos… “Disneyland para los perturbados”, en palabras del propio autor.

Agresividad, furia, energía… todos estos adjetivos y un buen puñado de etcéteras no lograrían terminar por definir Hear Me, una pieza que va a degüello con su mensaje y con su instrumentación. Samus hace acto de presencia con la batería y nos lo deja claro, escuchándose completamente inhumano por momentos en una gran precisión a velocidades de vértigo (minuto 3:49). Anneke Van Giersbergen también hace acto de presencia como un contraste ante un Devin que no veíamos tan enfadado desde los tiempos de Strapping Young Lad. Esto mismo no es de extrañar, ya que el propio artista había decidido dejar todas estas emociones tan impulsivas atrás, pero gracias a la persona más insospechada posible, decidió arriesgarse a plasmarlas en este disco: Chad Kroeger, líder de la banda Nickelback y que le ayudó a mantenerse fiel a su visión creativa (voz del cual se puede escuchar durante el estribillo). Todos estos sentimientos son inevitables e ignorarlos no hace más que derivar en una represión autoinducida, por lo que al igual que el resto de estados mentales que se presentan en el disco, tienen que ser abrazados y comprendidos, pero no dejar que dejen por definir a uno totalmente como persona. La locura mostrada tiene grandes reminiscencias de Deconstruction, aunque la brutalidad no es dominante en absolutamente todos los momentos: los estribillos mantienen un aura de esperanza y control que parece no estar presente en sentimientos de esta índole, y los versos ,aunque aparentemente tranquilos, poco a poco nos demuestran la brutalidad que nos depara lo que vendrá a continuación durante este viaje “deathmetalero”. Según el propio artista en una entrevista realizada para MetalTalk, la manera de definirla en una palabra, sería “MeshuggAbbah” . Riffs como el del minuto 3:15 o gritos agudos como los del 3:30 nos demuestran que puede explotar su potencial para adentrarse en cualquier género musical, teniendo a la edad como un mero número. La orquesta como en el resto de cortes del trabajo sigue estando integrada de una manera sublime, sin opacar en ningún momento la intencionalidad de la canción y sirviendo de pequeño descanso mental.

Pero si hablamos de orquestación, tenemos que hacer una parada obligatoria en Why?. No solamente tenemos delante de nosotros plasmada parte de la naturaleza de Townsend elaborando un pequeño fragmento que nos recuerde a alguna canción de Disney o a un musical de Broadway, sino que podemos apreciar la evolución vocal de un hombre que parece envejecer como el vino. El trabajo vocal es absolutamente brillante en todo el álbum, pero aquí adquiere el enfoque de eje principal, dejando al coro como un pequeño acompañamiento que permite ensalzar todavía más el carácter operístico que ha primado en su voz desde trabajos como Epicloud. Este es el experimento que pone al propio artista contra las cuerdas de todo aquello que se ha obligado a evitar durante años y años: la completa libertad de expresarse musicalmente de la manera que le represente totalmente en un momento concreto de su vida (un ejercicio de autoaceptación personal). Y no es para menos, ya que todos y cada uno de sus proyectos han representando quién ha sido y cómo se sentía en momentos muy concretos de su vida. El trabajo de la orquesta sinfónica Lords of the Sound fue una decisión de puro perfeccionismo, ya que las diferencias sutiles entre la grabación de una orquesta real y una programada no son notorias para un oído poco entrenado, pero, como durante todo el trabajo, la atención al detalle resulta fundamental. Esta épica de cinco minutos va escalando lentamente en intensidad, presentando elementos muy interesantes como la presencia de una percusión guiada por unas castañuelas entrado el minuto 1:10, o un pequeño momento bizarramente agresivo en el 1:34 de estética gutural. La guitarra eléctrica y la batería también aparecen por momentos para sumar a la intensidad de la canción, haciéndose especialmente notorias en la explosión que supone el minuto 4:08 y manteniéndose presentes desde entonces hasta el final de este hermoso viaje.

Borderlands, en sus 11:02 minutos de duración representa la línea fronteriza entre la mente consciente y la mente creativa. La idea que adquiere esta canción y el propio artista me resultan totalmente curiosas, ya que el mensaje orienta la creación de la música en su propia creación y no tanto en cuánto vaya a perdurar en el tiempo o en si tan siquiera si alguien se parará a escucharla, dando lugar al nacimiento de algo totalmente sincero y hermoso. La idealización que supone la mentalidad de crear algo atemporal y divinificar la música puede actuar en detrimento del propio arte. Esta podría considerarse una de las canciones más juguetonas y divertidas del disco: aparentemente despreocupada musicalmente, con la presencia de instrumentos como el ukelele, un bajo que adquiere su propia voz como lo hizo anteriormente en Evermore o momentos que francamente no te pueden mantener quieto en el asiento, como el que da inicio en el minuto 2:38 (mención al saxofón casi entrado el tercer minuto que pasa bastante desapercibido). Después de esta locura festiva, de golpe y sin previo aviso se pasa a una tranquilidad de aura reflexiva y mística muy parecida a la presentada en trabajos como Ghost, que lentamente nos devuelve a la locura anterior de estruendosas guitarras y potente batería. Finalmente, la canción termina en la misma tranquilidad en la que se había presentado anteriormente. Volvemos a escuchar en la lejanía las voces presentadas al comienzo de Genesis, volviendo a caminar sobre las mismas ideas que se nos habían mostrado antes y llevándonos lentamente hacia la conclusión de toda esta obra.

Requiem en su belleza coral nos avanza que aquello que la va a preceder es enorme, algo totalmente maravilloso y místico digno de ser introducido con honores. La batería ensalza todavía más la exaltación y termina en la obra magna de este trabajo.

Volvemos a la guitarra que comenzaba este viaje tan humano y personal para un hombre que lleva casi tres décadas dentro de una industria feroz, que limita al individuo en su expresión y lo condiciona en cada decisión que toma en aquello que, se supone, debería depender únicamente de sí mismo. Todo lo que hemos ido saboreando anteriormente son sólo pequeñas muestras de todas las emociones que convergen en la conclusión que supone Singularity. Adrift, tanto en su carácter acústico como en su carácter operístico, demuestra cuán perdido puede encontrarse uno dentro de su propia mente, pero cómo el deseo de amar y ser amado se muestra por encima de toda la confusión, dándose cuenta lentamente de que la idea de que solo existen el bien y el mal es una concepción errónea. I am I está tanto repleta de momentos malsonantes e incómodos como de vociferreos de entremezclada confusión y esperanza. Sonoramente es una amalgama de todo lo que se nos ha presentado anteriormente, guardando la misma esencia lírica que Evermore (la concepción de la unidad individual). There Be Monsters nos vuelve a transportar a los territorios más oscuros y agresivos, escalando poco a poco hasta uno de mis guturales favoritos dentro de cualquier canción de heavy metal en el minuto 9:37; absolutamente repulsivo y desgarrador. Devin se deja las cuerdas vocales con unas frecuencias agudas que rozan el ultrasonido y deja en este fragmento uno de mis riffs favoritos de toda su discografía en el minuto 10:56: heavy, melódico, y hasta cierto punto, esquizofrénico. De ahí en adelante, deja paso a una letra que remarca la presencia de elementos desagradables en la vida, pero que trata de transmitir la importancia de sobrellevar y vencer toda la carga psicológica y social del odio humano por el prójimo. Curious Gods es el momento en el que nuestro protagonista logra vencer todo este odio miedo y consigue comprender (o por lo menos gestionar de forma correcta) sus emociones, alcanzando la calma, plasmada en los canturreos y silbidos despreocupados de este, además de en las suaves melodías y percusión electrónica. Mientras tanto, por lo que podemos intuir, comienza a arreglar y soldar diferentes cosas mientras escuchamos sonidos amenazantes en la lejanía. Una vez este estado mental es alcanzado, alcanza la capacidad de crear algo por su propia cuenta que acaba por superarle: una monstruosa inteligencia artificial. En Silicon Scientist logramos ver que, en efecto, los experimentos de este sujeto acaban por desencadenar en la creación de una malvada inteligencia artificial, rodeada de gritos y guitarreos robóticos. La propia máquina anuncia la llegada de su final. Posteriormente a esto y de forma inesperada, el protagonista logra sobrevivir a esta situación y trascender gracias a alcanzar el completo autoperdón. Here Comes the Sun! se corona como el último clímax de Empath, plasmando la idea que se pretendía incluir como concepto dentro de este disco: la belleza de la comprensión humana y lo hermoso de amar, ser amado y ayudar en la vida de otras personas. El coro y un riff machacón y rítmico de guitarra, sumado a más y más capas de sonido ambientales acaban por llevarnos de forma abrupta a un final falto de conclusión: la mente humana es compleja, pero para ser felices, tenemos que tratar de comprendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea de la forma más equilibrada y sana posible.

Después de un viaje de prácticamente una hora y cuarto, uno puede notar a un Devin Townsend contento con el nuevo rumbo que ha decidido tomar, libre de toda atadura o imposición propia. Hacía tiempo que el canadiense no nos brindaba un trabajo tan personal y emocional como el que nos ocupa el día de hoy, salvaje y tranquilo por momentos, pero siempre emocionante y con algo nuevo que ofrecer, si no líricamente, sonoramente (y viceversa). Con el pasar de los años ha logrado pulir todos los estilos con los que ha ido experimentando y crear un “greatest hits” que resume en un solo disco toda su carrera hasta el momento, posicionándose como el mejor disco del año 2019 en mi libro y transmitiendo un mensaje de aceptación personal y de amor que hace falta cada vez más en nuestro mundo. Ha logrado que un joven servidor como yo se pare a replantear muchas cosas… ¿y qué puede hacer mejor el arte que hacernos pensar y reconsiderar nuestra visión del mundo? Cinco cuernos para la que considero una de las tres dos obras maestras del Frank Zappa moderno.

Devin Townsend: voz principal, guitarras, bajo, teclados, programación, producción
Nathan Navarro - bajo ("Genesis", "Evermore", "Why?", ​​"Borderlands")
Morgan Ågren - batería ("Genesis", "Sprite", "Why?", ​​"Borderlands", "Curious Gods")
Samus "66Samus" Paulicelli - batería ("Genesis", "Hear Me", "There Be Monsters")
Anup Sastry - batería ("Genesis", "Spirits Will Collide", "Evermore", "Borderlands", "I am I", "Silicon Scientists", "Here Comes the Sun!,"Singularity")
Elliot Desgagnés - voces adicionales de death metal ("Genesis", "Spirits Will Collide", "Evermore", "Sprite", "Why?", "There Be Monsters")
Ché Aimee Dorval - voces adicionales ("Genesis")
Anneke van Giersbergen - voces adicionales ("Hear Me", "Here Comes the Sun!")
Chad Kroeger - voces adicionales ("Hear Me")
Josefa Torres - voces adicionales ("Sprite")
Ron Getgood - voces adicionales (introducción hablada en "Sprite")
Reyne Townsend - voces adicionales
Ryan Dahle - guitarras adicionales ("Borderlands")
Steve Vai - guitarras adicionales ("Here Comes the Sun!")
Shaun Verreault - pedal de acero
Elektra Women's Choir - coro
Callum Marinho - silbidos
Mike Keneally - guitarras adicionales, teclados, coproducción
Adam "Nolly" Getgood - productor, ingeniería

Sello
Inside Out