
1. In the Heart of Stone (04:39)
2. A New World (05:57)
3. The Gates of Oblivion (01:40)
4. Nevermore (04:49)
5. Starsmaker (Elbereth) (05:46)
6. Mist in the Twilight (00:52)
7. By the Strange Path of Destiny (05:51)
8. The Night of the Age (04:40)
9. Your Symphony (04:34)
10. The Citadel of the Light (01:13)
11. A Truth for Me (05:09)
12. Dies Irae (Amadeus) (11:17)
*Bonus track*
13. The Shadow of the Nile (06:00)
Dark Moor son una fuerza capital, no solo dentro de Europa, sino una que abarca todo el globo en su integridad. Busca y busca, pero pocas trayectorias musicales encontrarás tan fascinantes como la desarrollada por Enrik García a lo largo de su carrera.
Originados junto a la grandiosa Elisa C. Martín como vocalista de la banda, y tras un debut de estudio tan humilde y pobre pero sincero como lo fue Shadowland, su segundo álbum, Hall of the Olden Dreams (clásico imperecedero del Power Metal post-2000) sería el punto de referencia vital del que surgirían obras que se mueven entre lo más variado y personal, como Beyond the Sea, Dark Moor o Tarot. Lo dicho, osa buscar, pero escasas flaquezas hallarás.
Interesa, por encima de gran parte de su materia, el álbum que sucedió a Hall of the Olden Dreams, uno de los CD’s más importantes y sostenedores de lo que es Dark Moor. Así pues, The Gates of Oblivion, desde su salida en marzo de 2002, no ha hecho más que obtener una posición regente dentro de la cultura que envuelve el euro-metal del segundo milenio.
Producido, una vez más, por Luigi Stefanini, masterizado en los Finnvox Studios de Finlandia y con la misma formación del anterior disco dentro de sus tablas, no cabe duda de que estamos hablando de uno de los álbumes más importantes y esenciales para el neoclasicismo sinfónico y el barroquismo dentro del Metal. De doce canciones se compone el tercer LP de los madrileños, y cada una de las cuales no es más que un argumento de acero para las palabras que acabas de leer y por las que están por venir a posteriori.
Uno nota que no estamos ante un disco cualquiera de Power Metal, sobre todo cuando lo primero que suena en nuestro equipo (minuciosamente preparado y ejercitado para el espectáculo sonoro en ciernes) es una canción como In the Heart of Stone, un comienzo tan guitarrísticamente veloz y técnico como conmovedor. Servida por unas melodías que afloran enseguida, Elisa C. Martín vuelve a ser el conducto lírico de los meditabundos pensamientos de Enrik García, reflejo ecuánime de la sensibilidad hedonista y metafísica del propio compositor, quien elabora, para ello, una purista lírica. Una preciosidad en tan solo los cuatro primeros minutos del CD. Y seguimos avanzando.
A New World continúa con las altas revoluciones, esta vez con un mayor protagonismo asentado en el teclado de Roberto Peña, el sonido de los instrumentos y la partición coral (sobre todo a lo largo del instrumental). El tema es una buena recapitulación del descubrimiento de América, episodio cien veces conmemorado por bandas de Metal, cierto, pero pocas veces con tanta naturalidad y belleza narrativa como la nuestra tratada: las tres carabelas que se aventuran a lo desconocido, la tortura hacia los aborígenes, la destrucción de una tierra virgen, el paraíso perdido, y la maldición que por siempre pesará a la memoria de Cristóbal Colón y todos aquellos que les siguieron desde el Viejo Continente.
Tres son los interludios orquestales que dividen a The Gates of Oblivion en cada una de sus sub-partes. El primero de ellos es aquél que le da título al álbum, The Gates of Oblivion, una pieza breve pero mágica, una muestra del talento que envuelve a Enrik García como compositor y director de orquesta.
Se ve continuado por Nevermore, un título llamativo ( y siempre bestial dentro del Metal) para una composición más bien controvertida… Aquí presenciamos una entrada imponente por parte de las guitarras y demás cuerdas pulsadas, así como por parte de Elisa dentro de sus versos y sus dulces puentes, mantenidos bien altos por densos punteos y solos de guitarra… y mancillados por un estribillo profundamente flojo, débil, incluso. Una pena, pues son evidencias como éstas las que separan a The Gates of Oblivion de su hermana mayor, The Hall of the Olden Dreams. Canción, para rematar, dedicada a E.A. Poe. Vamos, es que lo tenían a huevo para llevarse el gato al agua.
Pero que no te entre la flojera, que esto no sucederá más. Y, como si Enrik García supiera que una redención debe ir marchando, se nos presenta Starsmaker (Elbereth), hermosura transformada en canción y, tal y como indica su título, inspirada en el personaje ficticio de Valdar, perteneciente al libro El Silmarillion, una de los Valar (criaturas espirituales de inmenso poder) y conocida como la Dama de las Estrellas o Eléntari o Elbereth por los propios elfos del universo de Tolkien, de ahí el ominoso titular. Escuchar esta canción es emprender un viaje hacia la fantasía. Su comienzo de folclor medievalesco es el puente hacia unos maravillosos punteos de guitarra por parte de Enrik, tomando los principios dulcificados de lo que es una balada, aun sin serlo. Y de corazón, la luz más divina puede recorrer el espíritu de uno al cantar el estribillo de la canción a pleno pulmón hacia la noche bañada de estrellas. Lo dicho, mágico. ¿Y su instrumental –afortunadamente extenso-? Una magnífica sinfonía por sí sola. Adéntrate en su lluvia meteórica, relájate como puedas y disfruta de lo que te va a cubrir antes de que te hayas dado cuenta.
El segundo acto (abierto por la sinuosamente misteriosa Mist in the Twilight) empieza a presentar sus musas, comenzando con la enérgica Power de By the Strange Path of Destiny, de la que se deberá tener en cuenta esa mixtura tan deliciosa entre teclados y potentes riffs de guitarra, tan excelentemente dirigidos hacia el luminoso estribillo a través del explosivo doble pedal proclamado por Jorge Sáez.
Ahora bien, The Night of the Age, reina single indiscutible del álbum, me parece una de sus más grandes maravillas, una música tan natural como el mismísimo viento, un muestrario palpable de fantasía tal y como destila la poética de su lírica, profunda como las fauces del océano y hermosa como los rayos del sol en las tempranas horas de un amanecer. Sinceramente, espectacular trabajo por parte del cabeza de la banda. Oh, e imposible perderse el dúo de guitarra-bajo entre García y Kaddouri durante el instrumental. Y es así, cuando hablamos de The Night of the Age hablamos de un verdadero tesoro dentro de la etapa de Elisa en Dark Moor.
Seguimos soñando, pero en un sueño diferente. Your Symphony surge de entre las aguas como la señora balada del disco. Bella, dulce y acústica, tal vez no alcance los parámetros de majestuosidad de The Sound of the Blade, pero es tan bonita y humilde como la música entregada con el corazón, y el nivel va en sentido de crescendo según su emotivo avance va cobrando su terreno.
La clasicista dieciochesca The Citadel of the Light (último interludio, con el que queda abierto el tercer acto) nos prepara para A Truth for Me, seguramente el tema con las guitarras más despiertas y tempestuosas de todo el disco. En claroscuro contraste, la magnífica interpretación vocal de Elisa posee, más bien, un notable sentido de serenidad y paz durante el estribillo que, realmente, lo realza justo antes de que García deje sus impresiones a las cuerdas durante su póstumo solo.
Mucho hemos visto, y ya llegamos al final. Pero, ojo, también es aquí cuando nos ponemos serios de verdad. Es también un buen momento para recordar qué es lo que trata Dark Moor en su música: la respuesta se halla, principalmente, en el arte en sí mismo, es la principal fuente de existir de esta banda, desde la literatura y la arquitectura hasta la música. Sobre todo la música, y todos aquellos que han construido dantescas obras en honor a esta forma de arte y de vivir, tales como Beethoven, Bach o Tchaikovsky, con sus diversos cameos en alguna que otra canción, siempre distinguibles si uno presta atención.
Pero lo que aquí va a comparecer va más allá del mero cameo. Y es que, la figura protagonista con todos los honores en el último track no es otro que W. A. Mozart, un tributo a uno de los músicos más asombrosos que jamás hayan pisado la tierra y a la que es, probablemente, su obra más increíble, de entre las más grandes piezas del clasicismo del siglo XVIII: su Requiem, el cual dejó sin terminar al fallecer el maestro entre maestros, en aquél 5 de diciembre del año 1791. Encargado por un desconocido e insistente anónimo (cosa que conmocionó de sobremanera al joven compositor), Wolfgang, al momento de escribirla, no pudo dejar de pensar que, lo que en verdad estaba componiendo, no era otra cosa que la misa para su propio funeral, como gran obsesionado con la muerte que era.
Lírica que pretende atisbar la genialidad que escondía la mente de este talentoso músico, y una música que gira en torno, sobre todo, a uno de sus primeros entrantes, Dies Irae, aunque también vislumbramos otros como Confutatis Maledictis o Rex Tremendae. Así, queda relegado, en definitiva, el duodécimo tema del álbum, Dies Irae (Amadeus), de casi doce minutos de duración (vamos, hay carnaza de primerísima calidad para varios regimientos…). Siendo, de seguro, una de las piezas estrellas de la discografía de Dark Moor, alberga no solamente los extractos antes mencionados, sino, también, otros del propio cultivo de Enrik G. y los suyos, como gran parte de la letra cantada por Elisa (magnífica y esplendorosa una vez más, por cierto), así como el estribillo no coral y ciertas escenas del monumental instrumental. Canción de Power Metal Neoclásico y Sinfónico dedicado al más grande, y con un final de infarto. Y, así, la hechicería se desvanece como humo de entre los dedos. Pero aún permanece su huella, ahí, en tu corazón. Y ahí vivirá, por siempre.
The Gates of Oblivion extiende la silueta de Dark Moor hacia límites que ni ellos mismos podrían haber sospechado mientras grababan sus primeros pasos con Shadowland. Es el perfecto ejemplo de una banda que ya se ha hecho a sí misma, cosa que ya dejó en claro The Hall of the Olden Dreams, cierto, pero éste, nuestro disco, supera las fronteras de la mera reafirmación per se.
Un trabajo casi perfecto, y un “casi” que podría emitirse de no ser por Nevermore y alguna que otra minucia que no pasa de su propia insignificancia. Sea como sea, The Gates of Oblivion es uno de los discos de los madrileños que se sube al poderoso podio junto con The Hall of the Olden Dreams (del que toma un importante relevo en cuanto a propuesta sonora y producción, sobre todo) y el reivindicativo Tarot. Última obra con Elisa C. Martín al micrófono y uno de los más especiales, para recordar.
Las Puertas del Olvido, imprescindible disco de Power Metal nacional, para Europa y todo lo que sea el endiablado. Cuatro cuernos inimaginablemente altos (9.3/10) para este señor disco y para el sexteto que hizo historia.
Y que después se diga que el Power Metal murió en los 90’. Nones, nones y más nones.
Elisa C. Martín / Voz
Enrik García / Guitarra
Albert Maroto / Guitarra
Anan Kaddouri / Bajo
Jorge Sáez / Batería
Roberto Peña de Camús / Teclado