
1. The IVth Crusade (4:59)
2. Icon (4:10)
3. Embers (5:18)
4. Where Next to Conquer (3:50)
5. As the World Burns (5:25)
6. This Time It's War (5:50)
7. Ritual (4:30)
8. Spearhead (6:47)
9. Celestial Sanctuary (4:37)
10. Dying Creed (4:17)
11. Through the Ages (Outro) (3:45)
Fue en el año de 1992, cuando la escena Death empezó a vislumbrar el fatídico ocaso de una generación que irremisiblemente estaba destinada a descender a las calderas del infierno. Del mismo modo en como el divino Aquiles se vio forzado a escoger una vida gloriosa y breve, antes que no otra desdibujada y gris, el Death Metal entendió resignadamente como el año siguiente -1993- iba a marcar el devenir de su existencia como género musical, ya que tras rebasar dicho punto identificaría drásticamente a un lado del eje lo mejor que dio de sí y todo lo demás al otro. Sin embargo, no fueron sino unos bastardos proscritos, los que haciendo caso omiso de los aciagos designios del destino, decidieron unilateralmente seguir hacia adelante sin más equipo que una cantimplora roída, un subfusil de saldo y su tanqueta destartalada para seguir tirando millas hasta que el depósito prendiera en llamas con ellos dentro.
Esta es una parte residual de la irrepetible historia de los verdaderos e indiscutibles monarcas del Death Metal -la de BOLT THROWER- que habiendo transcurrido desde el ya lejano 1986 hasta el mismo día de hoy, nos habla de la que posiblemente ha sido la única formación adscrita al movimiento que ni por tan solo medio nanosegundo, clavó la rodilla en el suelo para ceder un solo milímetro de territorio al enemigo. La historia de estos británicos, se entiende únicamente como la de ese maldito soldado de trinchera, que en mitad de un desolador paisaje hostil lleno de adversarios, lucha, resiste y sobrevive, haciendo de la más cruda subsistencia su modus vivendi, y es que solo así es como uno entiende lo que los de Coventry deben haber sentido desde 1994 (primer año de la fractura) hasta nuestros días; Al verse solos y abandonados, velando por la seguridad del estandarte Death Metal.
De nuevo con Colin Richardson a los mandos de la maquinaria, y con unos BOLT THROWER en la cresta de su ola creativa, este ‘IVth Crusade’ marcaba un punto de inflexión en la carrera de una banda, ya entonces tremendamente respetada, que veía tras editar uno de los cinco mejores álbumes en la historia del género (‘Realm of Chaos’, Earache 1989) y disparar justo después un descomunal sucesor en forma de martillo pilón (‘Warmaster’, Earache 1991) como su listón no se situaba ya solo un centímetro más alto, sino casi dos metros. Pero ahora pregunto yo ¿Qué es eso para alguien que hace de lo imposible su rutina? Pues absolutamente nada. Nada, porque aunque si bien es cierto que ‘Realm of Chaos’ es y será por los restos su joya suprema, no lo es menos que ‘The IVth Crusade’ es un trabajo a años luz de lo mejor que nadie editara en 1992, y no os cuento ya ‘… For Victory’ cuando asomó la cabeza en pleno 1994.
Ya cuando uno escucha los primeros compases de la ominosa ‘The IVth Crusade’, comprende al punto la gran burrada que se le va a venir encima, y es que con BOLT THROWER sirve de bien poco andarse con mierdas. Por no servir, no sirve ni tan siquiera ser un tío duro, porque esta música sencillamente está hecha para auténticos cuerpos de élite, de esos que le muestran el dedo del medio a las modas y reconocen en aquello de toda la vida lo mejor que jamás se les podrá ofrecer. BOLT THROWER no engañan a nadie, y ‘Icon’ tampoco. Nuevamente tenemos a los cinco eternos peones de guerra inmersos en lo que inexorablemente es su pan de cada día; Caos, destrucción y guerra. Siempre guerra. Tanto en la apabullante ‘Icon’, como en la siguiente ‘Embers’ (hija de la inmarcesible saga ‘Cenotaph’) volvemos a vernos atrapados en medio de esa encarnizada contienda que no conoce fin. Esa que irrevocablemente confronta a dos bandos irreconciliables: El conformado por estos curtidos ingleses y el integrado por el resto de mierdas pasadas por agua que desde 1994 han pretendido hacer creer que también tocaban Death Metal.
El carro de combate sigue avanzando, abriéndose paso entre el barro y los cuerpos inertes, y como quien no quiere la cosa, himnos descorazonadores como ‘Where Next to Conquer’, ‘As the World Burns’, ‘This Time It's War’ o la asfixiante ‘Dying Creed’ se van sucediendo sin más otro objetivo que el de sembrar el más absoluto caos sobre un planeta en llamas que se devora a sí mismo. Todo en BOLT THROWER es glorioso, al punto que evocador del más desazonador sentimiento de aislamiento y vacío, y es que tanto los títulos de sus canciones como todos y cada uno de los riffs embutidos en sus trabajos, personifican como nada o nadie a ese inminente halo de terror y decadencia que, desde los albores de la humanidad, flota sobre los rojos campos de la batalla. Con BOLT THROWER no existen los “fillers”, porque cada canción para ellos es una escaramuza a cara de perro en la que les puede ir la vida. Son cuatro hombres (y una mujer) de honor, y con el Death Metal no se juega. Amén.
Sin más. Cuando la perfección se manifiesta en todo su esplendor frente a tus jodidas narizotas no queda otra que besar la correa y musitar entre dientes “señor, sí, señor”. Con BOLT THROWER la cosa va de imposibles, y tratar de hallarles el qué o el porqué es sencillamente un ejercicio tan estúpido como el hecho de practicar el contorsionismo para defecar en tu propia boca. Posiblemente no sean la banda que haya fabricado el mejor Death Metal que la tierra haya conocido –es posible- aunque incuestionablemente, sí son los únicos que desde su incepción hasta el presente han editado de manera sistemática material sublime y atemporal, dentro del cual es casi imposible distinguir a su último disco del resto.
Producción atronadora, estilo y carácter marcas de la casa, composición a la altura de los más grandes, letras obsesivas y memorables de esas que se graban a fuego, y por si no anduvieran ya completos con el pack descrito, encima van y se crujen por la mitad con esa descomunal portada prestada por Delacroix, que ya es que lo peta.
Estratosférico álbum, inconcebible en nadie más que no sea BOLT THROWER.
Valoración: 9.8
Karl Willets: Voz
Gavin Ward: Guitarra
Barry Thomson: Guitarra
Jo Bench: Bajo
Andy Whale: Percusiones