Bloden-Wedd - Eye Of Horus

Enviado por Antipoeta el Mié, 17/06/2020 - 07:05
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1. Lone Runner 2:48
2. Firebird 4:05
3. Seventh Gate 4:22
4. Still Believe 5:16
5. Eye Of Horus 7:33
6. Through The Heaven´s Eyes 5:51
7. Down The Road 3:58
8. Power Metal Pride 3:33
9. Daughter Of The Minotaur 3:40
10. Untold Words 5:11

En 1994 se produjo el nacimiento de una de las primeras bandas de power metal en Chile. Por aquel tiempo, proliferaba la escena thrash y death metal, con bandas como Undercroft, Torturer o Criminal. Bloden-Wedd (Dioses del Amanecer en celta gaélico), surgen como una bocanada melódica dispuesta a asentar las bases de un género poco explotado en el país, así en el sentido estricto, puesto que otras bandas practicaban heavy metal, pero sólo incluyendo ciertos matices de power. Estos chicos venían a demostrar que el estilo tal cual se parió en Europa, podía perfectamente encontrar un espacio en este rincón del cono sur.

Y así fue que con las ganas que la juventud suscita, con las pelotas reforzadas de amianto y con la intención de levantar la bandera del power metal, cabalgando con valentía y cortando pescuezos a su paso, en 1998 editan su primer LP titulado “Times Go On”, logrando reconocimiento y popularidad.

Su tercer disco, este que nos ocupa, arremete poderoso, imponiendo su presencia como un guerrero ya no dispuesto a desafiar al dragón, sino que ahora, con la armadura ignífuga de un soldado preparado y decidido a enfrentar a cualquiera que resolviese hacerle frente con un lanzallamas encendido. Porque fue entrenado para invadir las llamas y moler a patadas en un solo salto, como Boyka, al infeliz que se le opusiera. Cuerpo a cuerpo, como machos, nada de armas ni mariconadas por el estilo.

Estudiosos del muy buen power metal europeo, ese que explotó definitivamente con los “Keepers” de Helloween; educandos curiosos capaces de captar a la primera las lecciones de los veteranos Manowar; chiquillos precoces, como quienes se asoman a hurtadillas para ojear las tetas de la vecina descuidada que sale del baño sin enfundarse en la toalla y que olvidó – la muy pajarona – cerrar la cortina de la ventana de su iluminada habitación, fueron lo suficientemente despiertos como para aquilatar cada melodía, cada coro, cada solo, cada redoble, cada teta… digo, cada ingrediente necesario y preciso que les permitiera posteriormente y desde una óptica participativa, crear su propia música.

El 2005 los encuentra maduros, adultos, experimentados. Atrás quedó la práctica del onanismo dependiente de revistas pornográficas o del descuido de la vecina, que dicho sea de paso, engordó para perder todas sus curvas y ahora cada teta posee el diámetro de la barriga del marido. En el nuevo milenio y ya concluyendo su primer lustro, son lo suficientemente osados como para lanzarse en pos de sus propias conquistas y fornicar a voluntad, como los guerreros que son.

“Lone Runner” salta al ruedo con la potencia de un pelotazo en las bolas, ese que te encontró distraído mientras conformabas la barrera de tu equipo, para impedir el disparo directo al arco. Pobre de ti: “los cocos” duelen de tal manera, que parecen irradiar hasta el pecho. Breve temazo sin descanso ni respiro.

“Firebird” prosigue la senda ya determinada con un comienzo lento, melódico, pero a poco andar, la batería emprende el trote y luego de un pequeño respiro en que las guitarras se desafían, retoman el tranco con firmeza. Bellos arreglos, buen sonido del bajo (mi instrumento preferido) y un diálogo de solos en que Atxondo y Elbelman parecen intercambiar apreciaciones acerca de la existencia.

“Seventh Gate”, la séptima puerta, esa que da temor abrir… pero acá la abren de par en par, sin pensarlo mucho. Con la batería de Acuña a todo dar, golpeando fuerte, como para ahuyentar al ser inefable que se esconde, de seguro, del otro lado. Reminiscencias ochenteras, keeperianas, de los padres germanos que fueron definiendo el estilo. Pero sólo eso, atisbos, porque le plantan unos riffs demoledores que te empujan, quieras o no, a sacudir la cerviz. La aceleración te lleva como una ola que no viste venir y te deja, despatarrado en la orilla de la playa, con sal en la jeta e intentando recuperar el aliento.

“Still Believe” se nos muestra deudora de Queensrÿche: progresiva, técnica, elegante. La voz de Dan Elbelman se aventura por una tonalidad más baja en un comienzo y le queda bien. Que bellas son esas voces kiskianas y Dan la tiene, porque nos recuerda al hoy obeso y calvo, pero todavía imponente cantante ¡Cómo llegas arriba Elbelman… te pasaste, huevón! Y con vibrato además, como me gusta.

¡Atención! porque emerge el ojo de Horus, ese que todo lo ve. Y no…, no trates de esconderte porque serán intentos vanos e infructuosos. Podrías escabullirte bajo tu cama, esa que tienes en el sótano y, pobre ingenuo, aquella pupila colmada de sabiduría y a la que no le afecta ni el plomo (como a Superman), te descubrirá igual. “Eye Of Horus” se divide en cuatro partes, muy a la usanza del power metal y nos cuenta el derrotero de Osiris, muerto a manos de su malvado hermano Seth. Nos emociona con el llanto de Isis, con su sufrimiento y sus esperanzas de traer de vuelta a la vida al cadáver de su esposo que fue repartido nada menos que en catorce trozos. La venganza de Horus no se hará esperar y apenas pueda, enfrentará al infame Seth. Es entonces cuando pierde uno de sus ojos, tan famoso y reverenciado hoy en día y que a su vez, envuelve toda una mitología propia. Finalmente, triunfa el bien y todos quedamos contentos. Hermoso tema que parte como una sentida balada correctamente entonada por Dan. Como deben adivinar, los cambios de ritmo son parte fundamental de esta larga composición, su aura épica también, así como su melodía hímnica tan bien aprendida de Manowar y de Helloween. No hay copia, no hay plagio, no hay calco. Hay lecciones aprendidas y puestas sobre la mesa para desarrollar un oficio propio.

El temazo que es “Through The Heaven´s Eyes” en algo nos recordará a Angra. Inspirada canción que en lo personal, me infunde esperanzas para pensar que esta triste situación que afecta al globo terráqueo quedará atrás y venceremos, amigos… venceremos.

“Down The Road” viene como desperezándote, para que luego el doble bombo de Acuña te termine de sacar del letargo y te envíe a la ducha (¡mierda, agua helada!). Así puedes enfrentar la jornada con ánimo y con las carnes firmes (y con el gusano encogido).

“Power Metal Bride” es hoy todo un clásico de la banda, infaltable en sus presentaciones. Velocísima base rítmica para este disparo de mortero, porque también hay que pelear a distancia cuando los enemigos son muchos (ni huevón para acercarse ¿no es cierto?). Buenos agudos de Elbelman, excelente coro y ese bajo de Pedro Aragón destacando al final… una joya.

“Daughter Of The Minotaur” es quizás el que más refleja el apego de la banda por las melodías keeperianas, principalmente en su primera estrofa. Luego recorre senderos propios. Veloz y contundente.

Para el final, nos reservan la balada “Untold Words”. El bajo, mi amigo, aparece en las estrofas con todo su esplendor acompañando a Dan. Luego de una serie de temas rápidos y directos, viene la calma y la amable invitación para bajar las pulsaciones. A mi modo de ver, una buena elección para despedir el disco. La batalla ha concluido y los Dioses del Amanecer han vencido.

Decir que el power metal es un estilo algo limitado, donde Angra despuntó, amén de su talento, gracias a incluir aspectos étnicos y propios del país, parece ser un axioma poco refutable para algunos (aunque creo del todo discutible). Pese a ello, todavía hay bandas como la brasileña, capaces de darle algún giro al género. Bloden-Wedd, sin crear o redefinir el power metal, demostraron que se puede abrir la ventana para que ingrese la brisa y refresque las ideas y con ello, las propuestas. Cuatro cuernos altos para este Ojo de Horus y estos dioses laboriosos.

Patota Atxondo: Guitarra
Max Acuña: Batería
Dan Elbelman: Voz y Guitarra
Pedro Aragón: Bajo
Andrés Subercaseaux: Teclado

Sello
Soundholic